Thursday, February 12, 2009
Momentos transversales.
12 de febrero de 2009
PARTE DE GUERRA
• Youssouph ha sido despedido de su trabajo [agradezco a la empresa ‘Real de Béjar’ el tiempo que ha pasado currando mi chico y espero que no haya dejado mal recuerdo].
• Malick ha suspendido de nuevo el examen práctico de conducción y tendrá que renovar papeles [y el jodío lleva ya un mes y medio en paro]. Gracias a la autoescuela y a Tito.
• Estoy cansado y harto [aquí no doy las gracias].
• Me duele el cuello [sumamente agradecido a mi coche por frenar en seco].
• No tengo ganas.
•••
Recibí con alegría noticias del magnífico poeta y amigo lejano Antonio Manilla. Me llegó esta mañana su nuevo librito nuevo, “Momentos transversales”, que ha sido acreedor del premio José de Espronceda [Antonio se lo merece por obra y por vida], y ya le he metido el diente a esa edición Pretextos para sentir versos de los buenos entrándome otra vez por los ojos. Antoñito es un poeta muy recomendable, capaz de escribir como sigue:
ASUNTOS DE LA LÍRICA
El niño que buscamos y no está
ya dentro de nosotros,
el amor que nunca es
porque siempre es un fue que ya se ha ido
y que no vuelve –o lo hace bajo un modo
que viene a herirnos con la impunidad
que otorga a la memoria nuestro olvido–,
la juventud que huye, la infancia que regresa,
aquellos que quisimos y nos quisieron,
lo que no pudo ser
y lo que pudo ser de otra manera,
el pasado, el presente, el porvenir.
Cualquier cosa perdida o por perder
de verdad, para siempre,
exactamente igual que toda vida.
¿Hermoso, no?
•••
A veces me olvido de que existo, y me dejo llevar. Entonces no entiendo a los hombres que se aburren, no comprendo su falta de sentido. Yo cambio de cerebro cada cuarto de hora, y paso de ser todo a ser imbécil –un imbécil pertinente, claro–, paso de encontrarme demasiado humano a poner huevos de jirafa, paso de ser mecánico en mis cosas a ser camaleón o a hacerme el trágico... y me va bien.
•••
Tengo que asistir a una mesa redonda sobre la aforística en la Catedra Miguel Delibes de Pucela y no tengo ni puñetera idea de por dónde pillar el asunto. Para empezar, no sé si escribo aforismos, ensucio mis papeles con paremias, axiomatizo mal, sentencio, greguereo como quien cacarea, hago chistecitos cortos y malísimos o simplemente muerdo breverías como un perro sin dientes. El caso es que tengo que hablar del género aforístico como si supiera, como si entendiera algo del tema, yo, ‘un tendero de mierda’ [así lo dijo un día el excelso Samuel Solórzano mientras posaba sus nalgas sobre mi silla de concejal... él pensaba que yo no escuchaba sus palabras, pero las escuché enteras]. Así las cosas, solo se me ocurre contar allí la verdad del asunto, que no es otra que trabajo la frase ingeniosa o la pretendidamente bella como constante camino hacia la poesía, que es exactamente lo que he hecho siempre, que si tengo que buscarle alguna intención en mis breverías, no será nunca la de moralizar, sino la de desmoralizar; que busco con intención la interpretación diversa o el indicio, que me entretengo entre lo filosófico [buscar verdad] y el simple juego de ludópata palabrero... y que esas frasecillas me sirven siempre de vehículo del pensamiento. Oye, y que con estos mimbres tengo que llenar mi hora de ponente encarnado... como no haga magia. Bueno, siempre me quedará leer algunos aforismos de esos o contar el chiste de “un colacao, me cago en dios”. Lo que más me apetece, no lo escondo, es conocer en persona a Marzal, a Varo y a Menéndez... observar cómo se mueven, cómo hablan... indagar en sus máscaras y, cómo no, tomarnos unas cervecillas juntos, si es que se prestan.
A ver qué sale.
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