Monday, February 2, 2009

Rabos de pasas.


2 de febrero de 2009
Crepita en la fragua política un ser que no entiendo. Un partido de pretendida ideología socialista dándole pelas a la banca mientras los obreros inician la caída a todo trapo... y todo se traduce en nada, o en demasiado, que solo hace falta echarle un vistazo a las cuentas de resultados de esos vampiros para darse cuenta de que hay que ayudarles, claro, coño, joder. Para ser honestos y un poco más socialistas, lo primero que habría que hacer es escuchar a Jesús Caldera [que está pensando y sabe de lo que habla] y aprovechar esa recomendación suya –que ha sido tomada como un exabrupto... nada más lejos– de nacionalizar la banca entera y dar salida a la financiación de la pequeña y mediana empresa con dos cojones.
Yo haría lo que sigue y por este orden:
1. Sí, nacionalizar la banca enterita.
2. Obligar a las administraciones a realizar compromisos de pago en fecha, admitiendo libramientos de letras.
3. Dar trabajo a los parados en función de lo que cobren, es decir, que cobren por algo, y no solo por derechos sociales adquiridos [lo mismo sirve para esos enormes fondos que se van a cursillitos de formación para el trabajo... que trabajen mientras se forman y cobran].
4. Revisar las enormes ganancias de la gran empresa y de la banca, y mandar a un buen inspector de la Hacienda Pública a cada una de sus casas para que se pongan al día con todos, pero de verdad.
5. Dar vidilla en los cobros de impuestos [la administración cobra a plazos fijos y con recargo en los retrasos, pero paga cuando le sale de la puntita del capullo].
6. Poner al día los derechos de los autónomos, igualándolos con los de los obreros [los autónomos no son solo los ricos, eh, que hay muchísimos más y bien jodidos... y encima son, desde mi punto de vista, los que sostienen en mayor medida el sistema].
7. Parar en los gastos suntuarios hasta ponerlos a cero [desde las meriendas universitarias a los saraos turísticos y religiosos].
8. Reducir los sueldos de los políticos al nivel de la calle... y los de los altos funcionarios al nivel de los normalitos.
9. Hacer más obras públicas, pero bien hechas... y que no terminen siendo una merienda de negros.
10. Investigar cómo se adjudican los grandes trabajos en las instituciones [que le pregunten a Miguel Ángel Rodríguez] y repartir de una puta vez.
11. Acabar con algunas fundaciones públicas que son pura vergüenza y destinar sus presupuestos a dar trabajo [alguna hay en nuestra CyL que es pura vergüenza en el gasto y en la tiradita].

La verdad es que no sé por qué de vez en cuando me dan estos jamacucos, pero me dan y digo tonterías. En fin...
Quizás sería mejor echar mi tiempo en darle vueltas a cómo puedo llegar a que me importe hacer felices a los demás para obtener mi propia cuota de felicidad, en cómo pasar de todo lo competitivo o en cómo saber diferenciar entre lo que es un sufrimiento real y un sufrimiento creado [y, por tanto, evitable]. La verdad es que vivimos diariamente en sistemas absurdos que no responden más que a una ética virtual, y en esos sistemas nos vemos infelices, incapaces, absurdamente negados si no seguimos sus ritmos y sus usos. Quizás sea ahí donde debamos poner la fuerza y las ganas, en descubrir qué es lo importante y qué no tiene razón suficiente como para anular nuestra sonrisa. Los hombres inventamos sistemas desde el hombre y hacia el hombre, sistemas creados desde la finitud con un buen decorado que sugiere infinitud, y eso nos trae frustración constante... trabajar para tener, trabajar para parecer, ser para un casi siempre imposible... todo frustración, siempre frustración. Y todo es tan fácil como asumir con tranquilidad el conocimiento de que nacemos, estamos y morimos... y que la actitud ante ese nacer, estar y morir debe ser alegre y positiva, rica en la búsqueda y asombrosa en cada día que sucede. Las tres partes del proceso contienen su gozo y su penumbra, y hay que crecer en ellos sin buscar paraísos que no existen, pero crecer al lado de los demás, de todos. sabiendo que somos lo mismo, exactamente lo mismo, el mismo proceso que empieza y termina.
Así las cosas, ¿qué supone en una vida deber ese dinero inventado por los hombres durante unos meses o tenerlo en tu bolsillo durante unas semanas?, ¿qué supone cuatro muebles negros y brillantes en el salón de una casa o la cómoda vieja de la abuela apoyada contra la pared?, ¿qué suponen unos zapatos de gamuza marrón o unas zapatillas de fieltro descosidas?... todo eso sirve en el ‘estar’, pero nada es definitivo ni infinito. ¿A qué, entonces, acumular, sobrepreciar las cosas y esconderlas para que cobren un valor absurdo que no tienen, un valor que lleva en su concepto frustración para muchos?
Hay que educar bien a nuestros hijos... hay está el principio... castigar la avaricia y la competencia, destrozar al que utiliza la audacia para la diferencia, normalizar la riqueza como delito y la posesión desmedida como asunto de lesa humanidad. Hay que formar a nuestros jóvenes en los valores de las expectativas comunes para que desarrollen su individualidad como parte indisoluble de la mejora de los demás, motivarlos a trabajar con intención común y sin temer jamás a lo inexorable, ya que lo que haya de suceder sin nuestra voluntad ha de ser aceptado sin más para crecer mejor [decía un amigo mío hace unos días que para qué pensar en la muerte si está claro que va a suceder, para que armar teorías sobre ella, si llegará sola y sin llamarla... proponía mi colega echar ese tiempo en hacer un mundo más habitable y más fácil, un mundo practicable por todos de la misma manera... y le doy toda la razón].
Comprender la fenomenología de la naturaleza en su conjunto y conocer la del hombre en particular, sin buscar con ello tener ventaja sobre los otros, sería un buen punto de partida.
O comer rabos de pasas.

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