Saturday, February 28, 2009
En ruta [Almendralejo].
28 de febrero de 2009
Con Youssouph de copiloto, tomé a primera hora de ayer la ruta del suroeste para tramitar una charla de esas que promueve el Ministerio de Cultura para acercar a los autores a los centros escolares. Ahora da gusto ponerse en ruta por la N630. Nos acompañaron el mejor Leonard Cohen a todo volumen y el delicioso sonido del cantante senegalés Youssou N’Dour contrapunteado por mi You con una traducción simultánea absolutamente divina. Por el camino disfrutamos del vuelo de las cigüeñas, de algunas bandadas de gansos, de la majestuosidad de las múltiples rapaces con su vuelo sosegado haciendo tirabuzones en las térmicas, un par de garzas blancas como despistadas... y la esencia de la tierra negra que por allí se llama Tierra de Barros...
Los viñedos, que flanquean la carretera en el tramo que corre desde Mérida hasta Almendralejo, sugieren una riqueza nueva abrigada al amor del vino cuidado.
Llegamos a Almendralejo casi sin darnos cuenta. Aparcamos junto a la plaza de toros y tomamos un café con donuts [camarera experimentada con sonrisa franca –me encantan las camareras, lo juro por Valpurgis– y un montón de obreros de diversos oficios haciendo su primer descansito del día: España en letra bastardilla]. Mientras caían los cafés donuteros, pregunté a la camarera por la forma de llegar al IES Arroyo Harnina, que era justo mi destino. Me explicó con gestos graciosos la ruta que debía seguir, pero fue interrumpida por uno de los obreros que estaba en la barra... “Niña, por ahí no llegán, que han cortao la calle y van a dar más vueltas que los tontos...”. La camarera hizo un gesto algo excesivo de disculpa y empezó a pensar en una ruta alternativa, pero volvió a interrumpirla el obrero... “Anda, guapa, cámbiame pa tabaco, que yo acerco a estos señores hasta allí, que no me cuesta na...”. El tipo le dio un billete de veinte euros para que se lo cambiara en monedas y se dirigió a Youssouph... “¿Qué?... ¿Son ustedes profesores?...”. Youssouph sonrió sin responder. El tipo sacó su tabaco y volvió a la barra donde nos encontrábamos, dio una voz a dos de sus compañeros y les dijo... “Venga, lleváis a estos señores hasta el instituto y luego vais hasta el trabajo –y continuó, ahora mirándonos a nosotros– . Ustedes sigan a estos, que ellos saben“. Encantadores. Seguí con mi coche a su furgoneta después de que el más bajito me dijera sonriendo: “¡Vaya carros que usan los profes!”.
Ya en el IES Arroyo Hernina, con tiempo suficiente para echar un cigarrito antes de mi intervención, nos sentamos frente a la entrada y vimos cómo una suerte de bedela muy dispuesta le cortaba el camino de salida a dos chiquillas que pretendían fugarse. Sonreímos y fumé con verdadero placer.
Después del cigarrito todo se precipitó. Entramos en el centro escolar, me di a conocer y nos llevaron hasta donde estaban los profesores encargados del asunto. Todos amabilísimos. Tomamos un café rapidito en grupo fuera del centro y volvimos enseguida para empezar mi charleta [uno de los profes me advirtió de que durante la semana anterior habían estado trabajando en clase sobre algunos de mis poemas y le dio la impresión de que a los chicos les había chirriado un poco que no existiera rima y que tuvieran la dificultad de un juego interpretativo dual... habían escogido para trabajar el poema “Anna” de “El gato solo quería a Harry”, y algún otro poema del mismo estilo y del mismo libro. Eso le hacía pensar que mi intervención podría ser complicada y la atención de los muchachos no muy buena. Le dije que no se preocupara, que tenía experiencia con chicos de esas edades –15/17 años–, pero me miró sin convencimiento sobre lo que habría de suceder]. Entramos en un aula llena de adolescentes, me presentó la profe encargada y me arranqué sin más. Una hora duró el asunto y los chavales solo interrumpieron tres veces para aplaudir... satisfacción al final entre los profes y, cómo no, satisfacción personal por haber realizado mi trabajo con éxito [aquí debo agradecer a los chicos y chicas del IES Arroyo Hernina su silencio, su atención y la hermosa disposición que mostraron durante toda mi intervención... y también felicitarles por ello... que en estos tiempos que corren es complicado encontrarse un grupo grande de adolescentes con el nivel de atención que ellos mostraron]. Me entregaron una bolsa con diversos obsequios, entre los que había un vinito molón de la tierra, tomamos una cervecilla junto a los profes y el director del centro y nos pusimos de nuevo en ruta para llegar a comer a Mérida, donde había quedado con Antonio Orihuela para charlar de nuestras cosas y de algunos asuntos pendientes que estamos tramitando juntos.
De Almendralejo a Mérida sonó de nuevo Youssou N’Dour.
Mérida es una ciudad que me gusta mucho, pues cada vez que estoy en ella siento cómo hay miles de secretos bajo mis pies, secretos que me gustaría buscar como tesoros. You y yo paseamos sus calles durante un par de horas para hacer tiempo [Antoñito estaba impartiendo sus clases y terminaría a eso de las tres de la tarde], vimos algunas de las ruinas romanas reconocidas y otras de aparición reciente en solares en los que se iba a iniciar alguna construcción, nos cruzamos con varios negritos a los que, indefectiblemente, You saludaba con una sonrisa de oreja a oreja, y nos sentamos en una terracita de la Plaza Mayor de Mérida, entre naranjos y palomas, para tomarnos unas cokes con tapita de chorizo rojo.
A las tres pasó a recogernos Mar, la compañera de Antonio, por el punto de encuentro que habíamos pactado [la puerta de la biblioteca municipal] y nos llevó hasta el restaurante donde comeríamos de puta madre.
Abracé fuerte a mi Antonio, que es un tipo muy especial para mí, y comimos y charlamos de todo lo divino y lo humano [me contó que está trabajando en un proyecto muy interesante sobre la historia de Moguer en el año 1936]. La verdad es que no vi a mi amigo en las mejores condiciones, le noté como agotado, triste, decaído... y eso me llena de preocupación [espero que solo fuese el cansancio del día].
Y a media tarde tomamos el caminito de casa, esta vez con John Lee Hooker metiéndole un poquito más de velocidad a la que yo ponía en mi pie derecho.
Llegué a casa muy cansado.
La verdad es que ya no me gusta salir de Béjar, me agota, pero tengo que hacerlo ahora, porque cualquier dinerillo que pueda arrimar resulta imprescindible para seguir adelante. Así que, a la vejez, viruelas... tendré que decir que sí a todas las salidas que me propongan... volver otra vez a tramitar las rutas literarias y a hacerme a la idea de que debo disfrutarlas.
•••
Métete adentro y chupa hasta el delirio, siente mi yerba mecerse y repta por ella con tus sílabas húmedas... –dijo la mujer.
Volutas, volutas, volutas... ¡qué palabra! –le respondí.
Déjate caer al hueco, hierve y crepita en este imperio mío con sus planos enteros, divídete y haz una estrategia que llegue a doblegarme, aspírame, aspira a mí... –dijo la mujer.
Blandos muslos llenos... ¡qué frase! –le respondí.
Vuelca tu carga entera en esta sed, combate con mi cuerpo, moja, estira, suelta, desliza, clava... mmmm... que no hay acecho, que no hay fronteras, que estoy abierta... clava, desliza, moja, estira, suelta... –dijo la mujer.
Tomé mi pluma negra y dibujé dos cuerpos mutilados, uno al lado del otro, sus heridas se tocaban y sumaban un charco de tinta que hacía que el papel se deshiciese... le dije: el vientre abierto vierte las vísceras...
Y se quedó dormida, porque de las palabras devinieron orgasmos tan hermosos que la dejaron hecha
TUNEOS DE ESTA SEMANA EN "EXTRAÑO DE MÍ"
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