Friday, February 20, 2009

Soy los pasos que vacían tus huellas.


20 de febrero de 2009
Lubrica el sendero con el sudor temprano y deja un rastro de manzanas amarillas que me sirva de brújula... luego échate la siesta de los días de agosto, mientras sube el perfume de las flores repuestas por el agua caída hasta donde la turba ha aprendido a elevarse.
No arriesgues buscando dimensiones, déjame a mí ese trámite, que aprendí la cadencia del reloj y sé sus torceduras y sus restos.
Lubrica el sendero con la crema de tu labio superior cuando busca desdén y solo encuentra tórtolas heridas o muchachos, lubrícalo tumbada, medio herida de muerte, como apaisada en la próxima carta.
Miro por la claraboya del techo raso cómo saltan las últimas carpas del día... son doradas y espejan hasta el punto de verme en su arco irisado. Soy un uno, un uno blando que acaba de contarse justo cuando se empieza... mis talones son unos doblados por su centro; mis piernas secas, unos corvados, zambos; mi sexo, un uno restándose o reptando; mi vientre, un uno enteco; mi pecho, un uno par y caedizo; mis brazos, dos unos desunidos de sus manos atadas por un nudo de unos; mi cuello, un uno hueco; mi boca, un uno que se resta de palabras desde el húmedo uno de la lengua; mis ojos, unos ciegos que a ratos se arretinan creyéndose binarios en el iris. Todo yo un uno primero y último, agotado y tan lleno como el cero previsto entre gladiolos, como la cruz de un sur que siempre está al sur de cada paso.
Lubrica el sendero con esa miel del pecho que es blanca y cae plisada, como el satén planchado o el salto de la trapecista. Lubrica el sendero recién duchada... y deja en el camino la toalla de rizo sintiéndote crisálida. Llena el odre de carne, el que llama a los dedos y a las ansias... presúmete el bálsamo que queda y mira en derredor, mira, mira, mira, mira...
¿Ves?

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