Thursday, April 3, 2008

Sentí frío.


Día de mangas regazadas, con aseo de barba y bigotorro, con mirada tranquila a la “Encyclopaedia Anatomica” del Museo La Specola Florence para saberme algo más por dentro, con saludo a Miguel sin respuesta, con posibilidad de edición de algunos volúmenes a la manera ICONS de la Taschen, con algo más de esperanza en lo que respecta a mi pequeña crisis económica, con ganas de hacer el amor en una cama, con café y canciones mirando el perfil de la barra del bar, con Maite doliente en una cama de hospital, con José Manuel asustado por la franqueza de mi inquina profesoral, con Antoñito triste como un árbol caído, con los ojos buscando una piel que mirar… día de mangas regazadas y un ratito de espejo para verme de cuerpo entero otra vez y preguntarme cómo me veo y responderme que no demasiado mal, que te vas salvando, Felipe, de la insoportable pesadez del ser y que tu pensamiento ayuda al cuerpo, como lo ayudan el tabaco y el baño diario… cada año soy más blanco y me gusta, más suave y me gusta, más blandito y me gusta… y suelo conformarme con poco en ciertas cosas [en otras, no] y quizás me baste un día con los ojos y la cabeza [mirar y sentir es a veces suficiente].
… las dos mujeres bebían vino blanco frío y charlaban sin parar… y yo entorné los ojos para volar a otro lugar distante, a un lugar con ruinas milenarias y plátanos rojos, con casas de techo de palma y camas enormes con edredones verdes … allí me imaginé junto a un cuerpo maduro de canela fresca, agotado por el calor y con los ojos cegados por la luz cenital de un sol directo. Los labios eran fantásticos gracias a una delicada imperfección de su simetría y contenían una sonrisa salvaje… los ojos se achinaban con la luz mientras la cascada del pelo, cocinado en un secador antiguo, le quitaba candidez al rostro… quise emular entonces a los conquistadores de hierro y paño, pero estaba agotado por el calor y mi cuerpo solo me permitía mirar y someterme. La mujer sonreía mientras mi vista se iba nublando despacito, y sentí su mano posarse sobre mi vientre trazando una caricia… las dos mujeres me estaban mirando fijamente con sus copas de vino en las manos… se diría que había hecho algo que llamó poderosamente su atención… y pregunté: ‘¿qué sucede?’… y una de ellas respondió: ‘pensamos que te había dado un mareo, pues te quedaste pálido y muy quieto, con los ojos como idos.’… Pagué mi café y salí de nuevo al mundo real. Respiré profundamente y noté una huella vacía que se había quedado posada justo encima de mi pubis. Sentí frío.
•••


Desde hace varios años tengo la tonta costumbre de hacerme una foto diaria del rostro y archivarla en una carpeta de mi ordenador que llamé en su día “YO”. A fecha de hoy ya hay 1.237 autorretratos rápidos que me explican serenamente cómo envejezco, pero que a la vez me cuentan muchas más cosas sobre mí [que soy mi pasado, lo tengo muy claro]. Algunas noches me dedico a visualizar todas las fotos en un pase veloz y soy capaz de recordarme en distintos estados físicos y mentales, así como tengo cierta sensación de poder sobre mis gestos ya muertos, y siento esas imágenes como las trenzas de cabello que hace años vendía un tipo desastrado por las casa para que las mujeres se pusieran extensiones o falsos moños de cabello muerto en sus cabezas.
Junto a los rápidos retratos, guardo un collage diario que pertenece a mi colección privada, a la que llamé hace unos años ‘Diario gráfico de un Savonarola’, y los textos que componen mi diario personal, que ya alcanzan las docemil páginas.
Con todo ello intento esa imposible idea borgeana de contarme mi vida acercándome al segundo por segundo… y lo disfruto como un niño emocionado.



No comments:

Post a Comment