Friday, April 11, 2008

La taberna de la novena columna.

La jodida crisis y yo con estos pelos… pero qué es la crisis, para qué sirve y a quién le sirve, por qué ahora y no antes o luego…
Hasta ayer la banca daba y tenía, pero desde ayer la banca tiene y no da… ¿por qué? Yo no entiendo nada, entre otras cosas porque nunca me senté a aprender nada de este palo, pero sí tengo un sentido práctico hecho de lógica que me aporta indicios sobre los que objetivar alguna opinión.
Desde tal plataforma [en el aire], entiendo que la crisis la propicia el interés de quien ha de ganar con ella, pues con ella se modelan gobiernos y se mueven los rumbos de los estados, pero el dinero sigue siendo el mismo, como el agua, siempre el mismo volumen fluyendo, evaporándose y precipitándose.
Me hace mucha gracia cuando dicen que, por ejemplo, EEUU se está gastando un dineral en la guerra de Irak, pero no cuentan que esa pasta va a las arcas americanas de nuevo en mil conceptos de producción, tales como armas, ropa militar, intendencia en todos los campos… y multiplicada con el control de un petróleo que antes no controlaba.
En fin, que todo es relativo y que la banca gana siempre, que los curritos de abajo son los que realmente sienten el apretón y no encuentran el camino del baño, y que los ricos siempre serán los ricos por mucho que nos empeñemos…
Vaya juego la crisis, vaya juego.
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Me encanta imaginarme la taberna de la novena columna que cuenta Catulo en su “Carmina” [“Salax taberna uosque contubernales, / a pileatis nona fratribus pila…”], llena de ‘galanes de callejón’ y ‘pelagatos’, en la que el español [celtíbero] Egnacio, de ‘barba frondosa’ y ‘dentadura frotada con celtíberos orines’, se tiraba a la muchacha que escapó del seno de Valerio y a la que tanto quería…
Una taberna así, lupanar maquillado, con un español recio beneficiándose a la chica del insigne poeta romano por la cara [imagino que también por algún sitio más]. Me imagino también al piraña Quevedo leyendo este pasaje y perpetrando un soneto de victoria carnal sobre su gran maestro.
Ahora falta esa poética desastrada y divina que es respuesta vital al diario prosaico de los hombres [aunque a ella se ha acercado Buk con mucho tino y su toquecito de moderdinad], o quizás no falte, pero es mal entendida en su presentación y en su concepto. Una poética de la deuda y los celos, del cabreo y la venganza por las cosas diarías y pequeñas, del amago de calle y el sacado de pecho por parecer más hombre; una poética sin vocación de eternidad, de respuesta inmediata al dolor, al calor, a la pérdida, a la rabia, a la chulería misma de vivir y convivir. Una poética hecha a la medida del que te debe una factura y no paga, del que te pone los cuernos y sonríe, del que te zancadillea y mira para otro lado.
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Una joven de Balthus sentada y aburrida de purita belleza… y aún no es sábado. La casa verde de Sandy skoglund con sus perros azules… y aún no es sábado. James Dean en Times Square con un cigarrillo en la boca… y aún no es sábado. Un affiche de Haring en Tate Gallery… y aún no es sábado. El blanquísimo cuerpo de la Lesbia Catulo saliendo de la ducha… y aún no es sábado. Unas botas Segarra de un rojo mortecino en los pies de la musa… y aún no es sábado. La ruta de la seda rediviva en una avenida de Arusha alfombrada de pétalos de bugambilleas después de la lluvia… y aún no es sábado. Un poema que no dura sino lo que tardas en leerlo con los ojos… y aún no es sábado. El futuro que no será, del que te libras… y aún no es sábado. El lugar de los hechos… y aún no es sábado. Esa fruta prohibida que acaba siendo manos entre unas piernas… y aún no es sábado. Lo que podría pedirte y no te pido… y aún no es sábado. La complicada arquitectura de un charco recién hecho… y aún no es sábado. La pereza de ser… y aún no es sábado. Los astros, los jardines de piedra, la custodia al abrigo del oro, unas rodillas rojas, el alfabeto de un viaje, un zarpazo en la piel, el letargo de las moscas, un tambor de juguete, un alarido tartamudo, la cama fría, la arruga entre unas piernas, el peso, el beso, el hueso, algunos adoquines de la calle ue saben de mis pasos de ayer, las ganas de morder o lamer o tocarse, una postal de Burgos, un rubor, un ardor, un sabor, la cornisa cabrona que me amenaza siempre al salir del trabajo, la bendición de verte, la redención de verte, la turbación de verte, una almohada mullida, volver a las camisas, el almidón, las restas con el brasero abajo incendiando los pies, un ensayo, un resuello, un aquello, la luz de Eleusis, el ronco perborato queriendo ser clorhídrico, Cézanne en los lavabos femeninos, las giocondas de barra, prodigarse, callarse, correrse, la ingenuidad con pechos, un rumor, hojas secas, limpidez, un sepulcro, dos ojos para verte, tres caricias, cuatro versos rimándote, cinco dedos contados para hurgar en tu sexo… y aún no es sábado

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