Monday, April 28, 2008

Vaya día.


La vida es lo que está pasando, y el resto es muerte o inexistencia. Sí, justo lo que está pasando, porque las palabras de ayer ya tienen su túmulo y sus flores secas, y la idea que las trajo está trágicamente tendida, sin aire que respirar. Y también los textos de los muertos son también muerte, una muerte que solo es capaz de hacerse vida si nos propicia un hoy, y ese hoy es distinto a lo muerto.
El día no me ha salido demasiado bien trazado, pues el curro está cabrón como nunca y cuando la cosa está así, afloran los verdaderos rostros de la gente, las caras feas y agresivas, la falta de comprensión y la exigencia, la traición y las dudas hechas bajeza. Y yo ya voy mayor como para que esto me afecte demasiado, y más cuando no tengo soluciones posibles, entre otras cosas porque el problema no lo he generado yo, y tampoco mi entorno cercano, sino que llega por un añadido económico/social en el que tienen mucho que ver los políticos, los banqueros, los grandes de la pela y esa moda fru-frú del urbanismo salvaje. Así que tranqui, Felipe. ¿Que te dan por el culo?, pues peor están en Burundi o en Guatemala. No pasa nada. ¿Por qué este mundo edificado en el aire va a afectarte?, ¿por qué vas a temer al ídolo de barro que no sabe aguantar las primeras lluvias? Es mucho peor un dolor de muelas.
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Un pedazo de pan tirado en el centro de la calle llama a los gorriones y el perro se expresa con aullidos porque no puede salir de la cochera, en la que está encerrado, para cubrir a las hembras en celo. El humo dice que hay un guiso en la olla y que apetece. Los hombres caminan recien domados a golpe de móvil y euríbor. Hay un regusto de fruta podrida y beatas al lado de la iglesia, y los gatos se estiran porque van a morir y aún no lo saben. Un tipo me tutea entre sonrisas y sé que no le conozco de nada, pero me cae bien. Me acuerdo de Mesanza y pienso en Rusia. Un llanto llama al miedo indefinible y acaba de subir el precio de las manzanas golden. Aquí no hay pantanos, pero se cierne una gula de algo como una fiebre. Un tipo suda transportando unos fardos de papel…
¿Imaginas salir temprano a orinarlo todo? Orinar en la fuente, en la estatua del centro de la plaza, en el bar de la esquina, en el ayuntamiento, en la oficina del INEM, en la pescadería, en la lujosa tienda de regalos, en cada uno de los cajeros automáticos de las oficinas bancarias, en la agencia de seguros, en la sala de urgencias del hospital… salir como un perro a marcar el territorio desde primera hora… por aquí pasé y que se sepa, que lo sepan las hembras y los machos acojonados, que por aquí pasé yo a primera hora de la mañana… salir como un perro a olisquearlo todo, a saber si hay hembras en celo o si en la basura queda algo comestible… salir como un perro a ladrarle al de al lado y a enseñarle los dientes babeando de ira… “Todos, todos me miran mal… menos los ciegos, es natural”.
La tarde va tranquila y últimamente solo soy capaz de la mancha en mi prosa, manchas para una escritura impresionista o salvajemente abstracta. Y no está mal dejar que la mano corra cuando no se tienen las ideas demasiado claras, dejar que suelte pinceladas y conforme un conjunto extraño. Me gusta, coño, me gusta. Lo malo es que con esta forma dejo turulato al amigo Jesús Majada [lo siento, colega, pero es que ahora estoy así, torcido y picaflor, mandil y frenopático].
Saco una Coke del frigo y me la bebo de un trago largo. Pica la cabrona, pero me encanta, y pienso en José Manuel completando un par cinco en tres golpes o haciendo un albatros de veintitrés metros largos [es un tipo especial mi Josema campeón]. Y la tarde se hace verdugo y me obliga por un ratito a agachar la cabeza mientras andan embargándole la casa a algún colega. Europa es un misterio que no entiendo, un misterio que no necesito, como el embarazo de la virgen María o la mismísima trinidad.
Me gustan las mujeres con falda y caminando un par de metros delante de mí. No sé por qué. Me gustan los días de lluvia intensa y racheados de viento. Me gustan los pezones erizados bajo una blusa blanca. Me gusta leer a oscuras con un punto de luz. Me gusta que me guste mirar y no ser visto.
Vaya día. Ya vale.

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