Saturday, April 19, 2008

En el camino....

Mujeres mandinka –la tribu de Malick– trabajando el campo [Gambia]

No me quiero cansar, y menos agotarme. Hoy soy feliz porque quemé una etapa que me traía frito. Mis negros hermosotes ya mastican futuro y es hora de tomar otro camino nuevo que me llene de ganas y consiga poner una dosis de olvido en esta mierda infame que es vivir de prestado.
Con la labor trabada, ya hay más cosas que hacer; y ahora voy a explicarlas porque quiero implicaros hasta donde os apetezca. Veréis, sopesando hace unos meses que mis africanitos podrían concretar con seguridad su estancia en España, hablé con ellos y con Juanito para intentar liarnos la manta a la cabeza y buscar un más allá. Se me ocurrió que la cosa no podía terminar en unos tristes papeles después de tantas horas tiradas, lloradas y reídas; de tanto afecto compartido y de tanta pelea con el mundo; así que les expliqué a mis amigos que mi idea era aprovechar la estructura de la asociación sociocultural que dirijo, El Sornabique, para iniciar un proyecto de construcción de dos escuelas para cien alumnos con un edificio anexo que sirva de vivienda para los maestros que las regenten [tenemos experiencia en este tema, pues ya hicimos dos escuelas en Longuido y en Mangola, dos poblados tanzanos]. Esas escuelas se construirían [se construirán, coño] en los pueblos de Malick y Youssouph, en Senegal y en Gambia, y serán You y Malick quienes lideren con su imagen el proyecto con el fin de propiciar en sus lugares de nacimiento una apuesta por la formación, el desarrollo y la fijación de población, de tal forma que su sacrificio y el alto peligro en que han puesto sus vidas no sirva solo para enviar unos tristes euros a sus familias cada mes.
Para tal proyecto he presupuestado grosso modo [después de indagar en los precios de los materiales constructivos y los precios de la mano de obra en esos países] que serán necesarios unos 36.000 euros, además de la colaboración técnica de algún arquitecto para dar cuerpo y valor urbanístico a esas edificaciones. En mis presupuestos entra también la posibilidad de que los terrenos sean cedidos por las administraciones locales [parece que por los primeros contactos hay muy buena disposición para ello], lo que nos quita ya el gasto de suelo.
Para obtener los recursos necesarios, vamos a transitar caminos comunes, tales como la petición de subvenciones a administraciones [ello supone un trabajo importante en la elaboración de un proyecto creíble, así como la adhesión de personas y entidades al proyecto para hacer más fuerza], la adhesión de socios que aporten una cuota fija, única o variable y la realización de actividades informativas, lúdicas, formativas… [tenemos gran experiencia en este campo –especialmente Juanito–, por los muchos años de trabajo que llevamos a las espaldas con Ayuda en Acción y el MPDL]. El caso es que mis chicos están muy ilusinados con la idea y a Juan le ha parecido perfecto.
Y el remate sería, tomad nota, hacernos un viaje para entregar la obra [son 300 euros ida/vuelta a Dakar más el alquiler de un todoterreno por cada 5 personas, que allí sale muy barato] y pasar unos días entre esa gente, durmiendo y comiendo en sus casas, con ellos. A ese viaje iría todo el que quisiera hacerlo.
Sí, lo sé, está todo pillado aún con alfileres, pero así se empieza siempre, sin nada, desde la nada, pero con ganas de hacer, coño, y vamos a conseguirlo.
Para empezar, voy a localizar el terreno y a negociar con las autoridades locales. Todos los pasos que vaya dando los anotaré y los documentaré en el blog de “El Sornabique”, que ahora lo tengo abandonado [en su momento pondré un link visible.
Mil gracias a todos.

Fotografía de chicos de Ibel [Senegal], el pueblo de Youssouph.

•••
Llueve como para colmar, y me gusta un montón, me gusta porque hace desaparecer de mi cabeza esa sensación trágica de pisar ceniza constantemente. La lluvia me lava y me calma, me hace tránsito y me pone sensible.
¿Se puede ser mejor poeta que hombre? No lo sé, porque ya confundo las máscaras con las huellas reales.
Hace un par de días me decía un paisano que escribiera durante tres días una carta sobre mi hipocresía para así poder librarme de la estupidez de los demás y de la mía propia. Yo le contesté que llevo escribiendo esa carta toda mi vida y cada día me encuentro más hipócrita y más estúpido… pero llueve para borrar también… y el tipo decía que es escritor, periodista y obrero metalúrgico; y al lado de su potente biografía cruzaba un poema suyo sobre la ‘humildad’, un goteo de palabras que acumulan absurdo, cuatro frases inconexas que querían ser versos, nada de poesía, nada, nada, nada. Pues bien, soy un hipócrita para mí mismo, pero no para él, que juega a decirse poeta y perpetra un guiñapo de palabras sin sentido… eso sí, mucha planta, mucha pose industrial: “poeta fundiendo, peligro”.
¿Se puede ser un buen hipócrita y un buen poeta a la vez? Tampoco lo sé.
En fin, que aún digo lo que hago y suelo decir lo que pienso, aunque no suelo pensar mucho lo que digo.
Y eso… que no bebo alcohol, pero sí fumo [tres paquetes diarios de tabaco Chester y algunas otras cosas]; que no soy un don Juan, aunque quisiera; que me arde el estómago por las noches y no aguanto a la mayoría de los poetas que conozco o que me llegan sin buscarlos, y menos a los que me intentan dar lecciones aún antes de haber cruzado una sola palabra conmigo; que tomo leche con Nestquik y magdalenas, y mientras digo tacos gruesos para echarle empujones a mi cuerpo; que no suelo aguantarme demasiado, pero sé lo que quiero decir e intento decirlo cada día; que escribo mucha mierda, pero es lo que hay, es lo que piso a diario; que soy muy fértil, pero absolutamente imperfecto, y eso no me parece demasiado malo; que ya casi sé lo que quiero, aunque aún no he aprendido a decir que no justo cuando me apetece decirlo; que adoro a algunos clásicos y otros me dan purita grima; que conozco mi mundo y sé de qué voy y de qué van casi todos; que me encanta ponerme digno y hacer sentir vergüenza a quien creo que lo merece; que soy un tímido recalcitrante a pesar de lo que piensen quienes me tratan; que tengo ideología y suelo practicarla hasta que siento ahogo; que percibo que me subestima demasiada gente, y eso me encanta, porque me acerca al golpe directo; que me río de todo y de todos, aunque a veces siento lástima de mí mismo; que Cervantes me parece un paquete al lado de Lope; que prefiero el ingenio a la maldita belleza… ya veis, soy un tipo normal al que no ficharía Caldera para su fábrica de ideas porque las tengo claras y suelo pronunciarlas sin sonrojo, un tipo normal al que nunca le tocará la lotería o le caerá un contrato blindado de Planeta Agostini, un tipo normal que no llega a fin de mes y que sabe que lo que está escribiendo no es más bazofia que lo que puedan escribir García Montero o Espido Freire, un tipo normal que no sabe acceder al mundo del dinero ni al de las prebendas, un tipo normal que no ha lamido un jodido culo, aunque sí se ha humillado un par de veces por miedo a no salir de la miseria; un tipo normal que se acojona en demasiadas ocasiones y se hace silencio.
Y sí, me dieron y tomé [pero lo dije], pertenecí y voté [pero me echaron por contarlo], milité y dimití [aún lo estoy pagando], pensé lo blanco y defendí lo negro [pero lo dejé claro], pude ser casi un pope [pero me dio vergüenza]… todo un curso de hipocresía abierta, un compendio de errores contra mí mismo, una resta infinita al ser para poder ‘no estar’, que es en lo que me muevo después de mis diez lustros.
Así, solo quiero que se silencie a los poetas malos, que les corten las manos [me veo manco]; que callen a los que tuercen versos para sacarles jugo, que le apliquen picana a los que sacan brillo con sus culos a los sillones magros [incluso hasta al Ministro de Incultura], que asesinen sin mácula a la señora Aguirre, que ayer citó en la radio el “1804” de Orwell con sonrisa de la bruja del Este.

Manu Cumbreño haciendo el ganso en mi estudio [jodío chaval].

Y que vino Cumbreño con su Manu a visitarme a casa, y que tomamos unas cositas juntos y charlando rechulo, y que me dejó una montonera de títulos que quiero masticar en cuanto pueda [“Vargueño de saudades”, de José López Prudencio; “Prueba de artista”, de José Viñals; “Animales melancólicos”, de Luis Sáez Delgado; “La memoria del gallo”, de Justo Vila; “Entre una sombra y otra”, de Basilio Sánchez; un cuaderno de Valter Hugo Mãe y el nº. 96 de la revista “Mercurio”. Mil gracias, colega].
Tambien vinieron a verme Thierry Carbó con Martín Piola [un actor argentino] para que tomase partido por su obra de teatro: “Jesús de Topas”. Lo pasamos rechulo, aunque algo acelerados.

José María Cumbreño en mi estudio [un placer de los grandes].

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