Tuesday, April 29, 2008

Bebe hasta saciarte.


El destino como infección o como escarcha, como discurso o cauce, como lumbre, como una calle estrecha que acaba vomitando en una plaza abierta que no entra en los ojos. El destino como tabaco rubio y charcos, como fascinación o isla, como norte o desnorte inestable, como barca. Solo un puñado de suicidas podrán sobrevivir a sus cláusulas.
Y en los “Tristes” de Ovidio la musa licenciosa ya no sabe turbar porque se vuelve hostil, y hay una perplejidad que zarandea mientras se cierran las puertas de la muerte y no quedan poemas en un metro patrio, pues el talento se agota. ¿Qué puede ser lo fallido?… La imprenta abre su boca y la penetro con los hombros caídos. Las máquinas del fondo me saludan y gestionan la tinta en su herrería. Me detengo en el entreluz y miro sobre el ruido [tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac] como buscando un resquicio de luz. Se está bruzando y huele a gasolina reciente. No tengo demasiado que hacer y me dedico a tocar toda la cacharrería: los tipos grandes de madera en el quinto cajón del chivalete, el componedor de hierro fundido y resorte de cierre de metal dorado, las galeras tranquilas sobre el mostrador, los rodillos goteando en el lavadero, las cuchillas de repuesto de la guillotina pendientes de afilar y apoyadas sobre la pared, las resmas de papel esperando a mancharse, la plegadora quieta. Tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac… sigue el bruzado rápido y hay restos de cola sobre el suelo… me entristezco y huyo hasta la maquinaria de última generación, toda detenida [aunque manteniendo su temperatura por encima de los 17 grados], el CTP en stand bye, las Xerox esperando a que alguien les envíe trabajo vía Rip, los plotter’s en suspenso y sin corriente, las CPU’s en descanso y las cuatro pantallas de las computadoras encendidas con su serie de imágenes de protección proyectando un submundo de paisajes virtuales made in Mac. Solo Youssouph trajina en la red buscando imágenes y datos de Ibel para el proyecto de su escuela senegala, sonriendo y hablando del Barça como con miedo a no poder celebrar nada este año que no sea el final de sus papeles.
Trajino entre mis libros y enredo un rato entre las páginas de “El ser y la nada” de Sartre, pero me aburro enseguida y vuelvo a tararear: tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac, y me levanto y miro y me vuelvo a sentar y me fumo un cigarro e intento concentrarme en ese pensamiento abstracto que tanto me ayuda en estos días.
Fracasa conmigo y pon tu mano en el mentón, mastica y resiste y fracasa conmigo, pero no te me quedes adentro ni me niegues. Hagamos un disparate y apuremos la sonrisa que nos queda, hartémonos de olvido y resolvamos una mirada pícara y un desmayo. Es cansado, sí, pero no importa ahora que duela el músculo, que debemos quedarnos con cada una de las sensaciones de ahora, y hacerlas latir como una eternidad.
Me baño… báñate conmigo. Me miro… mírame. Me quedo quieto… ponme la ropa. Salgo al mundo… sígueme con los ojos. Me detengo… pósate sobre mí. Sonrío… abre la boca. Lloro… bebe hasta saciarte.

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