Wednesday, April 23, 2008

La Dríade.


Hoy recibí un montón de insultos serios y algunas amenazas [anónimos todos, claro] por llevarme bien con Francisco Montero. Por esta razón, y para evitar la exposición al público de los ataques anónimos hacia Francisco en esta bitácora [que a mí me llamen ‘puto gilipollas’ y otras lindezas similares, fíjate tú, me toca los cojones a estas alturas], he decidido volver a habilitar el filtro en los comentarios. No creo que esta plataforma sea la adecuada para dar salida a la ira anónima contra Francisco, especialmente porque a mí no me da la gana, ¿vale?
Corto y cierro.
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Me encanta la figura de la Dríade de Andersen [un hamadríade que moraba en un castaño y decidió sacrificar su vida para conocer París y luego morir], su decisión de cambiar el tiempo por la pasión del conocimiento, su desprecio a la estancia y su huida. De chiquillo tenía un cuentín troquelado que narraba la historia de la Dríade y yo lo guardaba como oro en paño tras la puertecita de madera de la mesilla de mi alcoba, escondido entre los zapatos y las cajas medio vacías de betún… era la posibilidad de huida… pero se perdió un día, no sé cuándo, y fue sustituido por las aventuras de Pumby, y luego por los clásicos de aventuras de Bruguera, y luego por las historias de Allan Quatermain, y luego por la serie “Fundación” y el “Yo, Robot” de Isaac Asimov, y luego por las desquiciadas huidas de Lobsang Rampa y su “El tercer ojo” de la mano terrible de China, y luego por el joven Werther, y luego por “El lobo estepario”, y luego por “El shock del futuro” de Alvin Toffler, y luego por la “Eva al desnudo” de Mary Orr, y después de todo y tanto, por las cosas de Gabo o de Elías Canetti, por las de Terenci Moix o las de Juan Madrid, por las de V. Montalbán o las de Borges… y el círculo de fuego terminó llevándome a Ovidio, Horacio, Propercio, Catulo, Marcial… y entre medias a la poesía, que fue como una herida y hoy es exactamente como la Dríade de Andersen [un hermoso y jodido intento cambiar tiempo por pasión de conocimiento].
Así, puedo concretar que estoy hecho de los libros que me han edificado y me han hecho soñar, que me han alimentado y me han dejado absolutamente vacío [y también lleno], que me hecho enfermar de casi muerte y que me han sanado con una sola palabra suya.
El universo de cada uno de nosotros se hace posible en la lectura acumulada, y no solo el universo real, sino esos otros universos en los que vibramos como lo hace la luz.
Leer es delicioso. Leed y lo sabréis.


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Volviendo un ratito a mi entrada de ayer…
Hay un párrafo del primer manifiesto socialista que me encanta: “Queremos la organización de la propiedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras y la enseñanza integral, porque es la organización que corresponde a una sociedad de hombres libres e iguales. El Estado obrero no puede ser otra cosa que una delegación para la administración de los intereses sociales, sin facultades arbitrarias, responsables y revocable en todo tiempo y lugar. El trabajo debe organizarse de modo que, siendo los instrumentos propiedad común de la sociedad entera, sean usufructados por las colectividades obreras que los hagan directamente producir; y esto, mediante un triple contrato que garantice a la sociedad el uso científico de dichos instrumentos y su renovación, impida el monopolio y garantice a cada trabajador el producto íntegro de su trabajo. La enseñanza debe ser integral para los individuos de uno y otro sexo en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes, a fin de que desaparezcan las desigualdades intelectuales en su casi totalidad ficticia, y que los efectos destructores que la división del trabajo produce en la inteligencia de los obreros no vuelvan a reproducirse.”. Me encanta porque contiene la idea primigenia que debe dar lugar a una sociedad nueva y no vencida por la diferencia.
Toda idea nacida para el progreso del hombre debe ser disfrutada por todos los hombres en un beneficio común y sin aranceles de corte liberal. Un medicamento que sane o que quite el dolor no debe ser objeto de beneficio económico y tráfico jamás; un instrumento que sea capaz de aportarnos nuevas capacidades en cualquier campo nunca debe estar bajo las manos de los mercaderes, es por ello que me parece tan importante la intervención del Estado, primero en tomar las decisiones precisas de lo que debe ser de uso universal y luego en tomar con energía las riendas de todo lo que no debe ser susceptible de mercadeo porque pertenece a la herencia de la humanidad, y asumir el control y asegurarse en la gestión que toda esa valiosa herencia del hombre llegue con garantía a todos los hombres.
El primer control, el fundamental, es el de la economía, quitando el poder del dinero de las manos privadas y anulando su ‘subvalor’ de mercadería [el dinero debe servir para ajustar y facilitar el intercambio de bienes, objetos y servicios; pero nunca para ser por sí mismo objeto de mercado y, por tanto, mecanismo fundamental para manejar –mal o bien– el poder, que solo debe depositarse en manos del Estado].
El capitalismo salvaje nos ha dejado en una situación poco menos que curiosa –por no llamarla tremendamente alarmante–, ya que el control de los grandes movimientos en el mundo ha quedado en manos de los grandes poseedores del dinero, que se sienten en situación de ventaja sobre los gobiernos y son capaces de forzar situaciones y de propiciar tomas de decisiones que no se ajustan a una lógica humanista, siendo el estado de las cosas el de que lo tangible, lo que realmente contiene el ‘valor’, ha perdido toda su potencialidad frente al tráfico y al mercadeo del dinero/papel [que nació con la sola misión de ser puente de intercambio]. Las grandes empresas cambian de manos por un movimiento en Bolsa sin precisar más que su estado al alza o a la baja, y el dinero pasa siempre de unas manos que no producen a otras que tampoco lo hacen, lo que trae como consecuencia ese poder virtual en el que el ciudadano normal no tiene nada que hacer ni que decir por mucho que se acerque a las urnas un par de veces al año a depositar sus votos.
Es obligación de quienes representan a los ciudadanos volver a tomar el poder en sus manos [que son las de todos] y gestionarlo desde los ‘valores’ tangibles, marcando los niveles máximos de ganancias de las diferentes sociedades mercantiles y apoyando a las que por razones de beneficio social tiendan a acumular pérdidas. Y junto a ello, se debe hacer un profundo análisis de la peligrosidad que contiene la propaganda que los dueños del dinero filtran sibilinamente en las redes mediáticas para tener adormecidos a los ciudadanos y agarrados por los huevos a los gobiernos, y con ello controlar el consumo y su fiebre destructora, y desde ello estudiar el mejor reparto de los bienes en base a un bienestar común en el que nadie pueda bajar de unos mínimos muy bien determinados.
Ése es el mundo que quiero, por más que haya que pulir la idea y por más que haya que filtrar el currículum necesario para poder ser líderes políticos. Y que el ciudadano tenga la capacidad de crítica y la posibilidad de propiciar cambios según mecanismos bien engranados que no afecten al decurso ideológico ni al estado real del avance político y social.


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Y que va acabándoseme el día superhits Maldonado, mientras el personal se ha ido en masa a comprar al Carrefour de Plasencia [los extremeños no celebran comuneros] para que las cosas les valgan igual que aquí, o más, porque hay que sumarle gasofa, comida de menú del día, cañas con tapita y alguna chuchería para los críos. ¿Hay crisis? No, para muchos no la hay… en fin. Y movida de golf arriba, en la cafetería del hotel, con entrega de premios del campeonato “El rincón de la condesa” y merendola a lo hoyo 20. Imagino que entre los del golf no estarán los que han insultado al amigo Montero y a mí mismo por coment anónimo en mi bitácora esta mañana, ni quizás en el hotel, ni seguro que entre sus trabajadores, ni entre la gente de La Covatilla, ni entre los que le sirven material a sus empresas, ni entre los que llenan sus bares y restaurantes los fines de semana de nieve, ni entre los de Premysa [aunque se haya ido de allí por razones que alguien debería explicar un día]… ni los que viajaron temprano hasta Plasencia esta mañana [en eso iban a pensar ellos]. Hay demasiada gente por aquí que no debería quejarse de la presencia del colega, y también demasiada que debiera tener el detalle de preguntarle cómo van las cosas y si hay que echar una mano [aunque mejor no, que lo mismo se la echaban al cuello, que aquí somos así]… otro en fin… y hay una nube negra estampada en el cielo como una cucaracha, y el campo ya está verde, como mis ojos verdes y mi mirada verde; y vuelan los milanos al final de la tarde, y luego juega el Barça…
Es la hostia.

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