Monday, May 12, 2008

Sobre el espíritu de secta.


Declarar el gusto por algo dicho o escrito por otro es una concesión por parte de quien lo declara, y también una debilidad. Ahí nace la alienación, en ese justo lugar y en ese justo instante… de ahí procede la creencia y el espíritu de la secta, de mostrar y demostrar el gusto por algo que dijo o escribió otro y de defenderlo ante los demás hasta llegar a no conceder espacios de crítica. Esto es muy sutil en literatura o en arte, pero en el campo de la política o en los campos espirituales de las religiones se hace muy patente con altas dosis de intolerancia y mucho énfasis puesto en la toma de poder.
Expreso esto porque ayer tuve oportunidad de asistir a una disputa que fue creciendo y, gracias a los hados, terminó solo en malas caras. El ancianito recalcitrante y solitario de siempre, el que me trae loco con su soledad mal llevada, se acercó a mí con el recorte de un artículo de opinión publicado en ABC para que lo leyera. Yo me excusé porque no llevaba mis gafas de leer, pero mi compañero de café, muy amable –que no conocía al viejito aún–, tomó el recorte y lo leyó en alto [iba sobre la cosa de los piratas que secuestraron hace unas semanas un pesquero español e incidía con daño en que el ejército está para disparar tiros y colgar del palo mayor a esos corsarios, y no para pagar rescates]. Cuando terminó la lectura, mi colega le dijo al viejito [que se reía a mandíbula batiente durante toda la lectura] que la mujer que había escrito eso actuaba desde el clientelismo político sin sopesar la solución pacífica, y todo por hacer daño al partido gobernante, que le parecía miserable tanto la persona que firmaba el artículo como el artículo mismo y el medio que le daba pábulo… El viejito se puso pálido de ira y comenzó a despotricar en voz alta, a lo que mi colega le contestó que él había sido profesional del periodismo durante muchos años y que sabía de qué iba el marrón. El viejito le dijo entonces: “Si usted es profesional de la información habrá estudiado la historia de los piratas y sabrá lo que se hacía con ellos, colgarlos del palo mayor y no pagar jamás un rescate. Yo estuve muchos años en la marina y ése era el espíritu con el que comulgaba toda la tropa: no pagar nunca y eliminar la piratería con dureza y de forma ejemplar.”. Mi colega le respondió que todo dependía de quién diera la patente de corso y que hay más piratas de los que navegan por las costas africanas, piratas cercanos y bien vestidos para los que no habría palos mayores suficientes… y el viejito se marchó farfullando no sé qué que le puso colorado de ira y le inyectó los ojos con una mirada agresiva que contenía odio.
Cuando el viejito se marchó del local, le dije a mi amigo lo que ya he escrito aquí algunas veces [y por lo que he sido contestado por alguno con dureza]: “La vejez no es razón para el respeto ni para la conmiseración, sobre todo si no es una vejez tolerante y digna. Un hombre es un hombre siempre, o como poco hasta que toma uso de su razón o hasta que lo pierde. No hay edad que merezca respeto si no es capaz de ofrecerlo.”. Y nos fuimos a mascar la tensión y el cabreo a otra parte.
•••

Y que pasé la tarde saltimbanqui colgadete de las paredes de El Real de Bohoyo [hotel de cinco estrellas gran lujo enclavado en medio de la Sierra de Gredos] rotulando como un ratón miedoso, y que temblé a ratitos y disfruté cuando pisaba el suelo, y que luego rotulé en El Barco de Ávila y aproveché para pillar un chorizo de cerdo ibérico y un queso de oveja semicurado a un precio inmejorable en JMG, y que volví a casa hecho unos zorros, sucio, agotado, resoplando como una ballena blanca sin Acab posible. En fin, que es trabajo y basta, que de algo hay que comer.

No comments:

Post a Comment