Saturday, May 10, 2008

Comerte con los ojos.


Hoy dejo aquí uno de los poemas nuevos [que son raros de cojones por forma y contenido] que van conformando una unidad que quizás termine titulando “Hartazgo y hambre”. La historia está pensada como un camino entre onírico y carnal por el deseo. Os dejo esta tapita para ver cómo reaccionáis, que seguro va a servirme para centrarlo todo un poco [advierto que busco plasticidad, cierta impronta de morbo y una música rara].

COMERTE CON LOS OJOS

Comerte con los ojos porque me están saliendo los dientes de leche y aún no son cuchillos, pero son incisivos y alumbran el marfil del proboscídeo que voy a ser en poco tiempo, ese proyecto anfibio que abre sendas y no sabe cerrarlas, que pasta en los paisajes de la carne siendo herbívoro y amo de su huella.
Comerte con los ojos porque hay hambre y los pastos escasean por la falta de lluvias, porque hay necesidad y aún me resta energía en estos músculos ciegos que son como pistones o murciélagos.
Comerte con los ojos porque hay un no sé qué de acantilado justo entre las pestañas, y también hay almendras y tarde y noche y senos.
Comerte con los ojos porque hay que morir solo y una nostalgia verde se hace trama en las uñas como un viento.
Comerte con los ojos y ser delirio o calma, esqueleto o razones, muérdago o contrapunto.
Comerte con los ojos y sentirme capaz de la próxima caza, y colgar en las perchas las piezas que se cobren mis fauces como una voz o un lirio, y esperar apostado a que las trampas salten y comience el banquete.
Comerte con los ojos y dibujar el plano de tu coreografía, y escarbar y engañarme con cierto ardid eterno sobre la hierba fresca, y verte de perfil con el filtro ultramar, y cruzarte los brazos como si fueran humo, y fingirte en la arena con trazos impecables.
Comerte con los ojos porque debo asombrarme antes de merecerte… y cribarme la voz y espantar a los pulpos que duermen en el pozo, y limpiarme de muertos, y hacer eucaristía pagana del reflejo.
Comerte con los ojos porque persistes en enfrentarte a ellos, como recién nacida para ser comulgada por mi iris hambriento.
Comerte con los ojos y buscar que me ignores para saberte cierta, y mirarte yaciendo con un candor de hormigas, y sentir tu doblez como un impedimento de jabón y de agujas.
Comerte con los ojos dejando que el instito tome caudal abajo para tornarse ayuno, que el sabor del milagro me hinque de rodillas entre tus dos pezones… y humillarme sea dulce, y llagarme sea insomnio, y tenerte sea impúdico.
Comerte con los ojos, y luego con las manos, y luego con la boca cansada de vigilias.
Comerte en mil posturas, con raíces y almenas, con la garganta espesa y reincidente, con la piel abismada como en un exterminio.

Comerte… ensalivarte… masticarte… y roer tu columna vertebral hasta que sea la mía.

© Luis Felipe Comendador • 2008

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Hay una España trágica y meona que me pone los nervios de puntillas, una España digna de Sir Tim O’Teo con un puntito rap de familia Trapisonda: Semirricos ramplones [pericos de trabajo fijo y sueldo magro o de trabajo magro y sueldo fijo] que se han vuelto llorones en su statu y berrean en público y privado para solaz de unos y para encabronamiento de otros… que si esto no es vida, que si no tengo ganas, que si qué mala suerte esto de que llueva en los fines de semana, que si vaya qué cortas que se me han hecho las vacaciones, que si no aguanto a mis compañeros de curro, que si no disfruto ya jugando a golf, que si tal y que si cual… para rematar con un estoy deprimido y se me cae el mundo encima [ya quisiera yo que se me cayera el mundo encima con cinco o seismil euros asegurados al mes, con la finquita, con el piso capitalino y el de veraneo, con la piscineta y las cenas fru-frú fin de semana en restaurante moderno, con el Audi plateado y las siete salidas a la costa por año vencido… ya quisiera yo que se me cayera el mundo encima cobrando religiosamente cada día 30 del mes y sus paguillas extraordinarias]. Y de contrapunto, la España lentejera y topmanta, la de empleo sin jodidos contratos, la de horas sobre horas a cuatro euros la tirada, la de orates por la calle [que no hay ya centros en los que meterlos], la de yonkis terminales, la de la lunática meando, la de los parados oreándose al sol de mediodía, la de la gorda de misa y bata de boatiné, la de la vieja del turbante, la del anciano del cemento blanco, la de Mambrú se fue a la guerra, la del tendero telarañas, la de la bruja de al lado, la del borrachito que un día fue representante de comercio, la del pip0rro que se deja sus cuatro duros en la tragaperras del bar de enfrente, la de la puta guapa que se pone en la plaza por las noches, la del taxista echando la cabezadita en su parada, la del que lleva siete días sin afeitarse y apesta a cerveza…
Un jodido país de contrastes en el que muchos profes se creen la santa Virgen María o incluso la mismita Trinidad, en el que a un tonto le pones una gorra de plato y es capaz de decir misa, en el que das y te insultan, en el que robas y te ponen una peana con decoraciones a lo capitel corintio, en el que sobresales y te pisan, en el que no sobresales y te pisan más fuerte.
Que les den bien por el culo a los llorones de riñones bien cubiertos, a los de pena y hostias, a los de misa y palo…
La vida es un capricho y algunos tontolculos se lo pierden con esa cosa estúpida del mamarronear sin causa justificada. Y así nos va, y así nos irá hasta que les demos matarile en una plaza pública o les quitemos sus seguros futuros y se los cambiemos por un ¿qué pasará mañana?

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