Monday, May 19, 2008

De una salida a la noche goliarda.


Salir a la noche como un furtivo a buscar con los ojos su cosita goliarda y libertina, su eterna ‘Fiesta de los Locos’ [el ‘Office des Fous’ de Pierre Corbeil] en honor del Señor circunciso; y ser los ojos por los que tomar la imagen del cura viejo haciendo cola en el prostíbulo, del yonki en su estrategia melopeica y zorola, de los jóvenes a oscuras encontrándose a tientas, de los tahúres casados rifando en los julepes el resto de su paga, de los borrachos tiernos llorando una canción o meando en la esquina, de los hermafroditas con la mano en sus sexos, del rompelunas ido que dormirá en la trena todo el fin de semana…
Salir a la noche como un furtivo, conduciendo mi auto hasta las tantas, enredando en las calles el poema necesario de mañana, mirando para ver y no olvidar, para imaginar y describir.
Anoche salí con auténtico fervor a estremecerme con el polen alcohólico, a mirar los pesebres donde los cuerpos retozan y mezclan sus licores… y lo hice con timidez y algo cansado, sin desprecio y sin aversión posibles.
Del viaje [fueron nueve vueltas en coche a la ciudad estrecha con diversas paradas] me quedaron imágenes tan nítidas como una gangrena: la gitana de rojo hablando por su móvil a voces y enseñando la prodigiosa carne de su cintura globulosa, la jovencita impía que no llegaría a los dieciséis años mostrando su hambre de hombre señalada en sus medias de malla y en una falda corta que dejaba entrever sus braguitas azules, el cuarentón beodo tirándole los tejos a una viuda alegre, el cornudo llorando, la madurita marcando sus pezones sobre una barra escueta, el lunático tres bailando un rock a pelo en el centro del parque, toda la gitanada escuchando a Falete en un coche estupendo, un rico con su chica huyendo apresurados, el magrebí sin ojo comiéndose un bocata, un camarero joven sudando entre las copas, la niña del moratón en el cuello llorando frente a un chico, el delincuente oficial jurando en arameo ante un par de guripas…
Y me lo traje todo para dibujarlo con un fervor de lluvia, y también me guardé a mí mismo en cien autorretratos de salida nocturna.
Hacía meses que no me asomaba a la noche, y me volvió a gustar.




La noche bejarana es como de herrumbre y alfileres, casi sin fiebre a la primera vista, pero con un calor tremendo en sus esquinas. Parece reumática al salir, sobre todo si la penetras solo y para verla; pero si la entras con ganas y agudeza, se te presenta con labios y pupilas dilatadas, turbia como un olvido y desterrada como una promesa.
Yo en ella he visto perros con brazos de mujer, suicidas transparentes, tipos alucinados y quietos como cadáveres, ombligos con vida propia en la hora tartamuda, ciegos sobresalientes de lucidez y trampas, bocas buscando alivio, emergencia, tranquila desmesura, moribundos a tientas con los ojos cerrados, tendones como trenes, óxido en las axilas de sus seres nocturnos, desazón en las espaldas socavadas, dos arterias sin tregua y una luna distinta en cada ojo mirado.
Noche como un caballo atropellando gente con su fiebre arbitraria, abrazándola en haces con alcohol y delirio, y metiéndola en antros de relinchos de grillos.
Noche abstracta y de verdad a medias en la que se vomita a la vez que se canta, noche de paranoicos coagulando su semen con el roce inconsciente, noche de incontenida exudación y de silenciosos cocodrilos, noche de ortiga y trenzas, de carneros y veinte dedos por cabeza, de vientres buscando amparo o una elegía…
Noche digna de ser pintada por Hieronymus van Aeken Bosch, porque tiene ojos y oídos [‘visus et auditus’] como un ser muriendo, porque es una ablación para el día siguiente o un extraño viaje al infierno de los apetitos, porque tiene algo apócrifo y confuso, porque es vulgar y lasciva, porque es bacante y apenas admite resistencia… porque es, sin darle vueltas, el mejor decorado para los ‘fratres jurati’ que ponen los manteles y los cubiertos en los que comerán todos los pecados capitales confinados en los cuerpos de los seres noctívagos.












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Acuso recibo con alegría y gritos de "Habitation avec les îles [Anthologie, 1984-1998]" en edición bilingüe, de mi hermanito Manuel Moya, traducido por François Luis-Blanc para la colección "Poètes des cinq continents" del sello parisino L'Harmattan. Conozco todos esos poemas al dedillo y juro que son importantes, muy importantes. Enhorabuena, amigo.

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