Sunday, May 11, 2008

Una paz de dicotiledóneas y ganitas.


Un paseo tranquilo por la humedad del campo me ha traído una paz de dicotiledóneas y ganitas de arreglarme la barba, que últimamente crece espesa y valiente cercándome la boca. Salí con mi Bonier a buscar agracejos, peonias, ababol, amarantas, ruibarbos, hortigas, filodelfos, droseras, euforbias, escrófulos… pero me quedé en un par de cigarros sentado en la humedad de una piedra y mirando el paisaje troquelado sobre un cielo plomizo en movimiento. Hoy todo es verde húmedo en la zona de Béjar y el cuerpo se me quería tirar entre los tréboles mojados sin pensar en ese después rojo de cistitis y riñones rampantes con garras de dolor de medio tono.
No me gusta tanto el paisaje de horizonte, pero me vuelve loco el de metro cuadrado, el que encierra en el campo de enfoque de mi Nikon, con su macro montado, una flora diversa con su fauna latiendo en un tam-tam… y la lluvia cayó, y yo callé aturdido por la belleza entera dibujada en la luz pobre del día. Con ella, con la lluvia, me perdí en un camino cerrado de vegetación, con helechos rizándose en mis pies con esas caracolas preñadas de pedúnculos que son la justa plástica a la que los hombres no sabemos llegar.
Caminé sin saber y sin querer, en una soledad de líquenes inabarcable y lúbrica… y acabé descansando los ojos en unos pechos pequeños acostados bajo un sostén tan rojo como la amapola muerta que encontré en mi camino, y todo junto al humo de un café con leche.
La ‘dulce muchacha triste recorría caminos en busca de una risa donde descansar…’ suena ahora en mi iTunes y dibujo un barco azul sobre un mar amarillo, el mismo de la canción de Pablo Guerrero. Me autoanalizo, me hago una pequeña crítica, bebo una Coke, leo a Michel Houellebecq, tengo frío y se eriza el vello de mis brazos, toco un ratito mi harmónica Hohner de blues y luego le busco el mismo blues de la harmónica a mi guitarra eléctrica [se me da bastante peor] y termino ensuciando las dos piezas que mejor toco de Bob Dylan, dibujo una página de mi libro con un cuerpo de mujer a base de manchas de tinta blanca, leo un par de páginas de los Cuadernos de Paul Valery, me enciendo otro cigarro y presiento que me siento bien.
De puta madre.































































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