Friday, May 30, 2008

Que te posean...


• ¿Es mejor el placer o el recuerdo del placer?
• ¿Hay amor sin utilidad?, ¿y sin reciprocidad?, ¿y sin zoología?
• Que te posean consiste en no poder dejar de pensar en quien te posee.
• La religión es la respuesta fácil a la imperfección del lenguaje.
• Me jode un punto esa tendencia que tenemos los hombres a divinizar el dolor y a satanizar el placer. Si te dueles eres mártir como poco, pero si gozas eres un pervertido [la religión enfanga siempre con estas cosas].
• El valor de Dios reside en la utilidad que consiguen de él algunos hombres. Para mí la idea de Dios es pura inutilidad.
• ¿Por qué tendemos a imaginar más importante y mejor lo que no conocemos que lo que conocemos? [en ello se amparan siempre los oportunistas espirituales].
• Mis estructuras biológicas están tan bien organizadas, que son capaces de conseguir que todo en mí parezca espontáneo y hasta azaroso. ¡Qué perfecto soy, coño!
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La luna se recostaba sobre la camarera que me miraba a los ojos y el horizonte eran unos pechos lejanos y apacibles. Mi destino fue entonces tomarme el café solo [él, con leche]. En el bar había un tipo que miraba todo con desprecio, otro que lamía con los ojos el culo hermosísimo de la barra, una mujer absolutamente despreciable y otra a punto de morir por un hombre ausente.
Y me evadí de pronto hasta un paisaje con vicuñas en el que a los pusilánimes se los bañaba en cal viva, un paisaje con cielo de hemoglobina y tumbas en el cielo recién cavadas, con muertas fascinadas por ver mis pies descalzos mientras supuraban óxido por sus pezones. Allí paseé con tus ojos cerrados y latí como un brazo amputado, allí hice nido en tu sexo como un milano recién migrado, allí deliré y dejé que te mirasen los esqueletos de toda la humanidad muerta… y me sentí halagado por el deseo de sus mandíbulas. Luego fui arcada sideral y ortiga, hipócrita calidad de piedra, degenerado, éter… y se me acabó el café… y me volví tan empírico como siempre, atado a cada una de las unidades descritas por los físicos, con mi nomenclatura en el subíndice de los zapatos, arropado de inercia y engranajes… y salí a la calle a pastar con el resto de la reses diarias… pero no soy capaz de asegurarlo.
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Ahora pienso en que me sentí como el ‘Santo Padre’ asomado a aquel balcón alto del Palacio de Anaya [pero sin pluma] y me acuerdo del paisano que trafica a diario con Viagra para saltarle a su preparienta y acurrucar la pollina entre sus enormes nalgas blancas, e intentar enhebrarla con ese doping trempante para moribundos.
Al tipo se le está mutando la cara entre pito y fauno, y ya no hablo del riego transmutado de la cabeza al glande, que lo deja como con vahídos constantes, haciendo que su natural chulería troque en cojitranquera y risas flojas. Hay algo común entre el Papa de Roma y mi pitofauno. No sé, cierto rigor mortis en el rostro y un vestigio de mirada bujarrona que produce hilaridad. Ya lo imagino en la cola jubilada de recetas, mientras la minga no es capaz de hacer sombra ni a las ingles. “¿Quién va el último?”. “Usted” –responderá la viejita con caries–. Y luego, frente al galeno tardo de cabecera, expondrá sus razones: “¿Sabe lo que es perderse el calor de esas carnes, lo que duele responder con este triste colgajo? Aunque muera de pura sobredosis, quiero tenerla siempre como el mástil de una de las banderas que hay en Correos. Es vida lo que le estoy pidiendo… por favor…”. Y el galeno lo emascula despacio con su mano enguantada para ver el estado de las cosas… “Mmmm… va usted a matarse si sigue a polvo diario, le estallarán los huevos o, quién sabe, su miembro crecerá como un ciprés y le hará muy buen juego en su túmulo…”. “Bah, no me importa, hágame la receta y seré generoso…”. Luego saldrá corriendo a la farmacia amiga para pillar su dosis, y allí mismo pedirá un vaso de agua para pasar sin trauma el vigoroso específico, y de allí hasta la cama con el pizarrín presto a buscar madriguera. Todos sabemos bien que si va sonriendo es que la cosa asciende a los siete centímetros y da cabezaditas como un crío enfadado. Es feliz siendo el fauno… lo mismo que hablando de los negros como si fuera un kukux, o de los maricones [“habría que encerrarlos a todos de por vida”], o de la pata quebrada de la mujer en casa, o de los hijosputas socialistas de mierda, o del vivafrancocoño, o de mí mismo… Un día se dará cuenta de que su pollina le ha ganado al cerebro y tiene vida propia, que se le irá de casa por las noches a visitar prostíbulos y que quizás ni vuelva a sujetarse entre esos muslos viejos que siempre se escondieron en planchado tergal y en golosa franela.
La verdad es que no sé a qué viene este evocar al fauno de mi pueblo, porque es un personaje que no merece mención, ni siquiera para la mofa.

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