Saturday, May 17, 2008

Dándole mil vueltas, le hago una oferta a Antonio Gutiérrez Turrión.


Hay cierta historia en la pereza física que me hace potente en el terreno del pensamiento. Cuanto menos camino, cuanto menos me muevo, cuanto menos salgo… siento con más intensidad el baile de las ideas en mi cabeza y me percibo más capaz en los terrenos de la indagación y la comprensión.
Veo con admiración lejana cómo el amigo Antonio G. Turrión sale al campo con hambre y se trae el camino hasta las palabras, mezclando el bucolismo con la presentación serena de otras ideas con brillo y amasando la impresión del camino con la expresión ideológica o incluso con la mirada clarividente al mundo que excede al camino. Lo veo con admiración, sí, pero también me incomoda, pues la mayoría de las veces es como si me sobrase el paisaje para conseguir encontrar la intensidad de sus pensamientos, y entonces la lectura toma tintes complejos de explicar que la hacen algo tediosa a mis ojos. El caso es que me gusta mucho lo que escribe Antonio y siento cada día la necesidad urgente de entrar en su blog para masticarlo y aprender/aprehender, pero me quedo siempre con un regusto amargo que no atino a definir [me da mucha rabia no poder/saber hacerlo/expresarlo, pues siento que es una explicación que siempre le he debido al colega]. Lo que tengo claro es que la historia radica en una cuestión de estilo y en algo que comparto íntimamente con él, que no es otra cosa que el dejar la impresión de duda y el no acabar siendo taxativos en demasiadas ocasiones, otorgando un espacio a la razón de los demás.
Quizás podría buscar luz a partir de cómo me gusta recibir la escritura y de cómo no me gusta recibirla. Veamos, Antonio, a ver si somos capaces de analizar juntos:

• Me fascina la precisión en la idea, la simplicidad en su presentación y la desnudez [el decorado esconde la idea o la deja turbia].
• Busco impacto y razones que le den a ese impacto valor de ‘verdad’ [conozco a muy pocos escritores –vivos o muertos– que tengan la lucidez y la capacidad de Antonio para llenar de razones una idea, pues maneja a la perfección los procesos de análisis y síntesis… es quizás su valor más sobresaliente y el que me abre siempre hermosos caminos de conocimiento].
• Necesito brincos de ingenio/genio para mantener mi atención en la lectura [en todas mis lecturas tiendo a pasar por alto párrafos completos cuando aparecen descripciones que solo apuntan manchas de fondo sobre las que contrastar la línea firme de la idea central].
• Persigo nitidez [siempre a pesar de que yo suelo pecar de nebuloso en muchos de mis escritos], nitidez de la idea, pero también nitidez en la dirección de la idea, saber hacia dónde va, hacia quién se dirige y de dónde parte.
• Busco novedad en mis lecturas constantemente, y lo hago de una forma enfermiza, hasta el punto de que soy capaz de renegar de un autor que me gusta porque repite vocablos que taché de mi vocabulario por razones que no sé explicar. Y encuentro esa novedad, sobre todo, en el tratamiento metafórico de los textos y en el retorcimiento de las palabras hasta hacerlas cambiar de significado.
• Me fascina encontrar autores que sean capaces de crear un ambiente preciso en una sola frase y enrarecerlo en la siguiente. Mis ídolos literarios están hechos de ese barro [apunto aquí el nombre del amigo desaparecido Carlos Lencero, que era un maestro en ese palo, un maestro que me llena de envidia y me hace sentir pequeñito e incapaz… y cómo no, Buk].
• Idolatro a quienes ya escribieron lo que yo pensé alguna vez y no fui capaz de llevarlo a las manos ni al papel [Antonio lo consigue a veces y por ello me siento siempre en deuda con él].
• Siento la necesidad de conocer siempre la dirección de lo que leo, tanto la física como la metafísica.
• No soporto la dificultad expresiva y acostumbro a tachar páginas enteras de algunos libros, incluso llego a pintarlas de negro con tinta china. El hermetismo es el mal de la literatura y, por mucho que digan, no tiene nada que ver con la belleza.
• Aborrezco el artefacto en la escritura siempre que se quede solo en artefacto y no sea argumento inexcusable de la esencia de lo escrito.
• Me niego a la escritura que no deja abierta una trocha al lector para que se la camine solo.
• Odio la novela casi con ira, lo masticado y hecho.

No sé, y muchas cosas más. A lo que se ve, entro constantemente en contradicción, pero no me importa, que soy así.
El caso es que mi universo intelectual le debe demasiadas cosas a Antonio Gutiérrez Turrión, y siento la necesidad de explicarme, por un lado, y de empujarle a algo que quizás él no ha valorado aún o, simplemente, lo ha valorado y no desea hacerlo. Vamos a ello:
Amigo Antonio, creo que no debes irte de este mundo sin dejar una aforística intensa, un hermoso frutero con todas esas magníficas ideas que llenan tu cabeza preclara, presentadas con la contundencia de la sencillez desnuda, sin el decorado que exige el texto de más de tres líneas. Estoy convencido de que sería un trabajo brillante y digno de quedar en el tiempo con ‘valor’, un trabajo del que beberíamos muchos lectores con auténtica sed. Yo lo necesito, coño; necesito tener tus ideas desnudas sin los verdes caminos, sin los regatos, sin las fuentes, sin el paisaje onírico de nuestra tierra, sin el fresquito de la umbría o sin el calor sofocante de los julios, incluso sin la gente que te rodea. Solo tú y tu idea intelectual del Universo entero.
Yo me apunto a editarlo. ¿Te animas?

MIS OBJETOS PERSONALES DE ESCRITURA






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