Thursday, November 27, 2008

La mirada adelgazada.


Abrígame, porque el fulgor aniquila y mis ojos apenas y resisten mirar los faros encendidos de los coches, porque crujen los huesos y hay una vendedora de castañas asadas en la acera aseando del frío los carámbanos, porque el mundo existía hasta ayer y hoy solo veo sendas cerradas de espinos y afiladas zarzamoras, porque el atlas acumula fronteras y el cuerpo grillos y la muerte una alfombra de musgo espesa y húmeda.

Salí con la mirada adelgazada por los cuatro grados bajo cero que enmascaraban el día con su tacto de lija. La calle estaba quieta, como en un contraluz, mientras el difumino del aliento ponía un flou delante de mis ojos.
En estos días hay que ser astuto para engañar al frío.
Los héroes contados andaban a sus cosas [unos barrían con prisa las aceras, otros rastrillaban las hojas caídas de los plátanos y las amontonaban en pequeñas torres de babel sin idioma posible, otros corrían a mirar sus cartillas en los bancos]. Yo me concentré en el escozor constante de mi tallo [frío, igual a cistitis] y corrí hasta la imprenta como un ciclán buscando el río de alcohol para olvidarse. Allí estaba la crisis hecha carne, con su mono azulón y una maleta grandona de herramientas. Le saludé. “Hay que cambiar los rodillos… y estas piezas de aquí… y esos engranajes… y luego…”. Me lo dijo como sin darle importancia a que la avería nos va a joder el mes entero. Y yo a mi nada, al escozor mantenido del tallo y al aguantarme mientras el desastre se hacía museo en mis paredes.
Me calmé un poquito con la subida de grados y con ese acostumbrarse que tenemos los humanos a los días torcidos. Pero había más, que los días cuadrados lo tienen todo escondido en sus esquinas, y me saltó el personal con esa gilipollez de que más que un empresario parezco una ONG, porque suponen que mis amigos no pagan los libros que me encargan [no pensaban que quizás tengan razón, pero por otras causas, tales como las que ellos crean y propician, y a las que suelo contestar siempre con sonrisas y con ese ‘no pasa nada, colega, que somos humanos’]. Y me cisqué en todo lo que se mueve por ser un empresario de mierda que arriesga y no ve un duro, que mantengo unos puestos de trabajo aunque me cueste no dormir algunos días, que procuro mediar para que haya constantemente un ambiente de puta madre [asunto harto difícil siempre y siempre]. Así que la cistitis me volvió a joder fuerte y me dobló, que esa mamona tiene un duro componente psicológico y abrasa.
Así que decidí descargarme con cinco minutos de voces e improperios para quitarme la tensión y los picores, y lo hice, y ahora me arrepiento de haber dicho bien alto todo lo que pensaba –lo que aún pienso–, porque no quiero esto en este justo instante de mi vida, solo quiero armonía, soledad y palabras suaves como plumas, sonrisas y destellos, una sillita para sentarme a pensar y algo con lo que poder escribir las palabras que me resten.
Y así me hice silencio y no volví en la tarde a pronunciar palabra. Me quedé oscuro, estrecho, apagado, sin aire.
Mañana será otro día… ya veremos.
Lo siento por Dieguete, que pagó mi cabreo por teléfono sin saber qué pasaba. Un abrazote, hermano, y perdona mi estúpida llamada [sabre recompensarte como tú te mereces].
•••
No todo iba a ser hoy una puta mierda, pues llegó mi amiga Mamen Blanco [White] vía mail con una foto que tenía perdida en la memoria de mi antiguo equipo de baloncesto. Una delicia.

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