Saturday, November 22, 2008

El mito de la desmitificación.


Me encanta del tiempo en el que vivo esa cosa torera de los postprogres [yo soy uno de ellos] de desmitificarlo todo con la trampa segura que eso contiene, ya que hemos hecho de la desmitificación un mito mayor a los ya existentes. Eso me gusta, me gusta mucho, sobre todo si lo uno a la sensación magnífica de estar viviendo un periodo de transición que deja ver en el horizonte unas consecuencias de cambio bestiales [ahora no sé si esas consecuencias serán buenas o malas]. De esta sociedad de la tercera revolución industral está naciendo un rápido cambio de paradigma, y sus síntomas son la sensación de crisis en todos los sentidos y la enorme incertidumbre que baila sobre nuestras cabezas.
¿Qué podemos aprovechar de este periodo de transición hacia un nuevo paradigma? Pues la riqueza de los símbolos y ese magro pedazo del mito de la desmitificación en todas sus vertientes. Me da que asistiremos [ya lo estamos haciendo] a un tiempo en el que la creación se desate y brille en todos sus apartados, hasta lograr la destrucción del modelo en el que respiramos y nos movemos. Habrá miles de oportunistas, pero también habrá mentes lúcidas que sepan llevarnos al nuevo modelo social pendiente.
La revolución ya está aquí, colegas, y hay que poner reaños para liquidar al sistema viejo y dejar que el nuevo emane y crezca.
¿Podrán verlo mis ojos? [siempre confié en la teoría de Alvin Toffler de que la evolución del mundo del hombre sucede con un mantenido crecimiento geométrico… sobre todo en la velocidad de los sucesos].
A ver si tengo suerte.


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Si apareces, me pongo paleontólogo y voy a la nevera a hacerme frío… luego pienso en el sastre que cose los sudarios de la gente y me busco poeta en la blusa carmín que llevas puesta… y te propago, y te ayuno, y busco la autofagia de las manos que son necesidad casi científica.

Si no apareces, soy noosfera quieta y zanjas, hambre y sus disfunciones, contratiempo… y me invado de un algo modernista hecho de optalidón y bacardí, y juego a reprobarme y pienso en verbos como tener, arder, tocar…

Si te olvido un instante, me castigo con el tenedor de carne en el muslo derecho hasta que te recuerdo.

Si no logro olvidarte y no apareces… los muertos prematuros me rozan, y soy el mapa viejo, la pizarra, el vidrio del tintero, la hoja seca… y busco por la imprenta un poco de chucrut para cenar a solas como un octogenario.

En mi memoria hay restas, cartones, vasos viejos.

Si apareces y te vas y te recuerdo… busco en los chivaletes que guardo tras el páncreas la mano del tipógrafo que vuelva a componerte.

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