Tuesday, November 25, 2008

Yo, buey solo, bien me lamo.


Siempre fui partidario de aquella respuesta que Marx le espetó a Feuerbach: “hasta ahora los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de distinta forma, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con el tiempo y la edad he llegado a darme cuenta de que interpretar el mundo resulta tan absurdo como imposible se me aparece el intentar cambiarlo; pero persisto en ambas opciones desde mi escasa posibilidad.
De todo lo pensado hasta el día de hoy acerca de lo que me rodea, de lo que supone para mí y de lo que yo supongo para ello, me quedo con una agria sensación de inexorabilidad contra la que solo puedo oponer cierto voluntarismo [más o menos, según el día y los ánimos], y de esa interpretación del mundo como inexorable y de ese voluntarismo llego también cada día a la conclusión de que solo soy hábil para una transformación desde lo individual [el otro día, en una conversación rápida con un cercano , mientras ibamos en mi coche a recoger a Guillermo, cometí la estupidez de pedirle que me echara una mano en el tema de los proyectos SBQ solidario, y me contestó que eso sería si yo me dejase ayudar… y continuó con algo que, por ser real, me dejó perplejo y sin contestación, me dijo: ‘tienes grandes defectos, Felipe, piensa…’, y lo pensé hasta darme cuenta de que mi mayor defecto coincide exactamente con mi mejor virtud, que no es otro/otra que la de fíar al instinto tanto lo que digo como lo que hago, no dejar reposar las cosas e intentar llevarlas a término yo solo, creer en mí mismo sobre todas las cosas y no saber medir el trabajo que me echo a la espalda cuando decido tirar adelante… puro individualismo cabrón.
Pero pensando más, intentando buscar las razones que me han traído hasta esta forma de estar y hacer [siempre fui hombre de trabajo en grupo… fie en un grupo político de relativa izquierda el desarrollo de mi ideología y participé cargado de ilusión en varios entramados de carácter social, político, cultural, deportivo, solidario…], enseguida caí en la cuenta de que quienes me han traído hasta aquí han sido los compañeros de partido, los colegas de ONG, los coomiembros de asambleas, federaciones deportivas, redacciones de revistas y periódicos, equipos, asociaciones… y, sobre todo, a los que alguna vez pedí que me echasen una mano y lo hicieron.
Mi error mayor, visto el asunto, es trabajar en colaboración y pedir ayuda… mi peor defecto, no dejarme ayudar porque tiendo a imponer mis criterios cuando creo en ellos y cortar por lo sano cualquier colaboración que los tuerza… mi tontuna, reiterar en el error de buscar compañía para lo que deseo hacer.
Así que procuraré caminar solo y no volver a tropezar con las piedras de siempre, lograr lo que pueda por mi cuenta y fracasar lo que sea preciso en justa soledad.
Tengo otros defectos, muchos y grandes, pero, si sigo solo el caminito, a nadie le importan y únicamente les afectarán si se meten en mi mundo sin que yo se lo pida.
Estoy como una puta regadera, sí, pero me lamo estupendamente, como el buey solo.
Así que seré taxativo en mi expresión para que no exista ni un ápice de duda: al que le gusten los proyectos en los que me meto y los vea viables, le invito a participar como mejor le apetezca, pero yo pongo las reglas, yo decido, yo hago y deshago, yo enciendo y apago la luz. Si las cosas salen adelante, será un logro de todos… si se tuercen, yo seré el único responsable [mi experiencia me dicta, y es triste haber llegado a esta conclusión, que es la única forma de hacer que todo ruede con fluidez… una idea, una voluntad de desarrollarla, un éxito o un fracaso].
Algunos me llamarán de todo… y tendrán razón.
•••
Afilado, te culpas de ser estéril como la noche a solas, te sientes entregado desde los labios hasta el justo relámpago que escondes en la alacena de los muslos.
Eres el tambaleo, cuerpo mío, extranjero de ti como ese viento que llega del oeste arrastrando despojos, casi hostil, escueto, insatisfecho.
Te miro con estos ojos de noche, que apenas ya responden al temido contraste de las horas, y te percibo enredado palimpsesto, abrupto y hasta oblicuo… te veo sin memoria, sin ese olor explícito a eucalipto que llevabas mientras te perseguía la esencia de un amor inalcanzable.
Te culpas… y aún eres el refugio para cualquier exilio de mí, aún el hábitat donde me vuelvo turba, el país con su mar exterior y unos rebaños pastando… te culpas sin saber cómo boquean los peces sobre la hierba reciente o cómo mana la sangre del cuello del becerro recién sacrificado.
¿Mereciste alguna vez otra dimensión o simplemente te basta ser un numen menor que juega a transgredir desde las vísceras?
Contente, cuerpo, espera, mira pasar el bólido mercurio de los hombres frente a tus ojos quietos, observa su ridícula pose de censores, su extraña vocación por los obstáculos, su juego despeñado por la desigualdad, sus armas más comunes [las manos hechas puños], sus llaves para todo.
Espera en el embrollo de tu teclado viejo a que despierten las palabras, una a una, para hacerte el difunto y su aneja factura indescifrable.

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