Sunday, November 16, 2008

Quiero tirar el dado, pero no puedo.


Esta lujuria a trancos que es el otoño bejarano, me lleva del silencio más volátil hasta ese irme tan prófugo detrás de una melena o a quedarme satélite de la fiebre de árboles y hojas como en una insistencia invertebrada.
Telúrico, divido en estos días todo lo sedentario entre esa cifra mágica y maligna que es el no haber viajado a México. Y me destiño, y me siento la espalda de los estambres muertos, como fracasado, igual que los gatos de angora en sus cojines, desierto como una casa vacía.
Y todo se hace resta si miro a mi paisaje, todo cae lentamente y se vuelve traslúcido.
Para intentar el láudano, persisto en esa técnica que me enseñó Albertito ayer [papel muy satinado, tinta china, presión y gestos tartamudos sobre la mancha…] y luego busco formas sobre las que atizar el dibujo que tengo en la cabeza. Siempre salen mujeres con pechos de cucurucho y pezones de embudo, con las piernas cerradas apretando su sexo con ese interrogante de qué habrá en mi cabeza.
Sosiego si hago un hueco para pensar en Lucy o en la hermana de Malick, pero es un sosiego abrasador y tristísimo… y quedo como el loto flotando en el estanque.
Todo es tímido ahora, profundamente íntimo y umbrío, casi lengua y reflujo de mareas… y voy hasta el espejo… y me miro vestido de este negro tullido que me hace tan obvio… me quito la camisa y saco mis pantalones de las piernas… purito realismo italiano de los años cincuenta… del negro paso al blanco [camiseta italiana de tirantes y gayumbos con petrina en exacto dobladillo y dos botones… todo blanco, blanquísimo]… en el pecho ya apenas hay contraste, pues ya se nevó entero hace unos años… dan ganas de morir o de matarse… me quito lo que resta y quedo entero, caído en vertical, con todo lo que fue revuelto en lastre y cargado a la espalda como un muerto pesado… me miro lentamente y no siento emoción ni veo al nómada que siempre imaginé metido adentro… me toco los lumbares y están sueltos, anido con mi mano entre los muslos y no hay nada, rebusco entre las corvas y siento los tendones chirriando… abro mis barzos y mis piernas, igual que el hombre de Vitruvio, y degluto sin más mi imperfección y sus monedas… me visto lentamente mientras mis brazos hacen sombra y crepitan los huesos.
Estoy sin estar.
Y vuelvo sin querer al hábito del luto, a mi silla ataúd, a mi mano volcando la escritura en el teclado… quiero tirar el dado, pero no puedo.

No comments:

Post a Comment