Monday, November 10, 2008

Me encanta jugar en el límite.


Me encanta jugar en el límite de los sentimientos, cruzarlo e intentar crear tensión con ello. Para hacerlo, necesito palabras y las busco constantemente, con auténtica fiebre de loco de atar… busco palabras blandas que recojan en sí lo que yo llevo adentro sin tener que explicarme demasiado, palabras capaces de la profundidad y del brote hormonal… y en las noches intento procesarlas con una alquimia extraña a mí [una alquimia que llega, sucede y no la entiendo], las saco de su normal contexto y juego a precipitarlas en el matraz de la idea que me come para hallarlas potentes, distintas y mejores.
Me encanta jugar al indicio, a haceros imaginar lo que es o quizás no sea, a provocar el pellizco ahí adentro como si fuera vuestro.
Y me queda de todo este proceso el saber que voy nombrando [con éxito o sin él] mi mundo poco a poco, verlo crecer y hacerse, verlo chispita y llama algunas veces… y en ese mundo crezco y me hago joven, me siento virginal y amoratado, me encuentro especialísimo y extraño, me alimento y degluto en soledad, gasto tiempo y lo gano.
El límite de mí, muchos días, es la justa necesidad de cada uno de vosotros… y eso me enciende… y ardo.
•••
De lo que cabe en mi mano… escojo el resplandor color canela de un pecho sin estrépito, el fósforo encendido de unos labios y el hábito del tacto para verte.
De lo que cabe en mis ojos… tu sonrisa de pérgola y esa armonía que eres
De lo que cabe en mi boca… tu lengua y la saliva en que bucea.

Intersticios calientes que acumuláis la esencia, sedme propicios hoy, que se me fue el blasón del esqueleto.

La mujer cose larvas sobre el raso y hay un tenue azar en las cortinas.

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