Sunday, November 30, 2008
El Kuriaki
El Kuriaki subía de la Plaza Mayor cuando yo bajaba a hacer fotos hasta la muralla. Iba cogiendo la nieve de los coches y armándose de bolas bien promediadas, apretadas, duritas, que metía en los bolsillos de su zamarra marrón. Le pregunté y me dijo: “se va a enterar la vieja, que anoche me tiró un jarro de agua desde la ventana, con la noche que hacía, se va a enterar hasta su puta madre…”, y tosía hasta las lágrimas, como congestionado. Le dije que no hiciera burradas, pero solo conseguí que se le calentara la boca… “por el coño se las voy a meter todas, me cago en todos sus muertos…”. Y le dejé tosiendo y jurando en arameo.
Ya en la muralla, me crucé con la peluquera, que había salido a pasear al perro por la nieve con una bata azul celeste de boatiné y unos calentadores de lana en la piernas… “¿cómo está tu mama, mi niño?, dale muchos besos, que es mu buena”. Sonreí y le conté que mi madre está magnífica, y le devolví los besos mientras me zafaba de la conversación que andaba buscando la mujerina… “voy a hacer unas fotos, llevo algo de prisa…”.
Durante media hora pisé la nieve virgen y tomé algunas instantáneas jodido por el obligado contraluz [no era la mejor hora para hacer fotos de nieve], me fumé un par de cigarritos sentado en una roca y mirando el paisaje, pensé en el frío y en los que lo padecen [debe ser muy jodido] y regresé hacia mi estudio por el mismo camino que me había llevado hasta allí. La peluquera seguía con su perro y con su bata, y me dijo de lejos un adiós hecho gestos al que respondí con mi mano.
Al llegar a la plaza, otra vez El Kuriaki, se le habían deshecho las bolas de nieve y tenía la zamarra absolutamente calada, chorreando. Estaba hablando solo hasta que me vio… “me cago en to lo que se mueve… tío, anda, dame un cigarrito, anda, ¿sí?, que estoy congelao, la hostia… y ¿fuego?, que no lo tenga yo que poner todo?…”. Le encendí el cigarro y le dejé sonriendo bajo los soportales del ayuntamiento mientras me decía: “a la vieja la dejo pa luego, que se va a enterar, se va enterar…”.
Subí la cuesta y me encerré. Hasta ahora.
•••
Como por el monismo neutral de Bertrand Rusell, que propugna que el mundo se constituye por los acontecimientos y no por los datos que nos otorgan los sentidos, transito hoy por el día entre sabiendo y esperando que la lógica me aplaste o me empuje un poquito. Voy fotograma a fotograma haciendo mi película, construyéndome el yo de hoy [que no se parece nada al de ayer y quizás se parezca menos al de mañana] con momentos de sentido común –pocos– y con otros de falta absoluta de sentido.
Me hago y me deshago en percepciones que llegan azarosas, analizo mi relación con cada cosa que me roza un poquito, busco la propiedad de lo que toco y lo que razono –¿cómo hacerlo mío?–, indago buscando las formas más simples de cada una de mis ideas para llevarlas al papel en forma de palabras o dibujos… y siempre me salen mujeres para interpretar cualquier cosa que me ocurra o se me ocurra… y da lo mismo, porque cualquier cosa puede suceder o no suceder y el mundo seguirá igual –que lo argumentó en su día Wittgenstein, no yo; y si él lo dijo, que pensaba mucho y bien, quizás tenga razón–. Vistos los mimbres [que haga lo que haga, todo seguirá igual], me dedico a buscarle el placer propio –el gusto personal– a este oficio de ser para mí mismo y, cómo no, le voy sumando variables que, como poco, me entretengan.
Lleguen los acontecimientos y me encuentren empeñado siempre en otra cosa, de tal forma que los vea con sensación de paso y llegue a creerme que ‘es’ lo que yo soy y no lo que sucede fuera de mí. Es decir, que me explico mejor, coño, que busco ser vocación, pero que el exterior me resulte siempre relativo… pero también quiero ser escéptico y creer a la vez en todo, científico en la mirada y también absolutamente idealista, lógico e intencionadamente ilógico, la nóesis y el azar mismo en todo.
Estas tontunas son siempre los previos a un poema o a un dibujo… es cuando entro en este absurdo de pensamientos cuando necesito buscar una salida limpia y me enredo en la intención de escribir o dibujar, quizás con la idea de entenderme con el mundo sobre algo concreto [Gadamer fue un monstruo indagando en estos temas, lo recomiendo, sobre todo su trabajo “Verdad y método”]… sí, escribo y dibujo para entenderme con Sinda, con Alberto, con Manolo, con Antonio, con Marina, con Donce, con Mojadopapel, con Isabel… con cualquiera que decida en un instante entrar en ese campo de entendimiento y busque comprenderme y comprenderse…
¿Y qué obtengo?
Yo qué sé. Solo puedo afirmar que escribir y dibujar me relaja, me vacía y me llena, otorga sentido a mis minutos y a veces los llena de sensación de verdad [que eso me calma mucho]… y me pueblo de ambigüedad –que es algo chulo, casi como un éxtasis físico– y me creo que existo, y me interpreto e interpreto todo lo exterior a mí…
Pero siempre dibujo mujeres, poetizo mujeres como un ser primitivo, y las hago arquelogía de lo que fui y arquitectura de lo que seré… por ellas me conozco y me presiento, por ellas me descubro poco a poco, por ellas leo a Moore y paso el trago de empaparme en Foucault… por ellas degusto los poemas de Nerval y de Villon, de Larronde y de Keats, de Laforgue y Corbière, de Artaud y de Rimbaud, de Chatterton o Villiers, de Ángel González o Severo Sarduy [“… el ambar que me baña / opaca transparencia que espejea, / no macula ni daña. / Lo que más se desea: / que el ser de su retiro escape, y sea.” (Sarduy dixit)].
Día rarito el que llevo. A lo que se ve.
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