Sunday, November 9, 2008

Me escribió Antonio desde México.


Dos hermosas noticias me llegaron con el final del día de ayer: Belencita va a venir a visitarme con un nuevo libro entre las manos para editarle y Antonio Orihuela me escribió desde México para contarme que estuvo en Colombia y que en la Biblioteca Nacional encontró un ejemplar de ‘Lo que piensa la ballena del arponero’, lo tomó en sus manos y pudo comprobar que había sido prestado varias veces [ese libro es un buen poemario de Antonio que edité en mi colección ‘El árbol espiral’ hace unos años]. A lo que se ve, el trabajo callado termina dando sus frutos, aunque parta desde la humildad y nazca sin apenas posibilidades. El mal rollito me vino al pensar en mi amigo allí, mientras yo me he tenido que quedar con las ganas de estar a su lado en este viaje [le envié hace unos días a México DF algunos ejemplares de la antología de poesía mexicana que había editado para la ocasión –“15 balas”– con el fin de que me sustituya en las diversas presentaciones que íbamos a realizar juntos de este libro].
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Crece la oscuridad porque rasgaste la luz y tus pestañas guardan todo ese deshacerse que contienes.
Yo me empeño en crearte otra vez de lo negro, haciéndote de élitros y lóbulos, de tumulto y de olmos… pero te vuelves hiedra sin que yo lo precise, y me trepas la seda como en una espiral incontenible.
Basta el jade de un gesto para que tu meiosis inicie sus capítulos, basta una idea confusa para abrirte de nuevo como un embalse, basta un pensarte a tientas para que te hagas vida y domines mis frondas con tempestad y plumas.
¿Por qué esta incandescencia, este mueble de espejo que te recoge eterna?, ¿por qué tu azar de aurora y ese sabor a claustro que me inflama?, ¿por qué este escozor suave que me arruga y te tersa, que no sabe ceder?
Me orbitas siempre… tanto… que edifico una cruz de fragarias para darte martirio.

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