Sunday, November 23, 2008

No a los 'nómoi'


¿No sería extraordinario acercar nuestras convenciones [ese ‘nómoi’ griego] al hecho natural, y así darle un reves a todas las teorías filosóficas que vienen contraponiéndolos desde que el pensamiento humano empezó a escribirse? [yo en esto soy cada vez más platónico]. Pensemos simplemente que el mundo es transitable y abierto a caminarlo por naturaleza y tiene fronteras por convención, por ejemplo [Platón habría postulado el simple tránsito libre, mientras que los sofistas –que eran convencionalistas– defenderían con uñas y dientes el establecimiento de fronteras].
Al final todo se reduce a esas dos posiciones, y de ellas parten múltiples problemas que acucian y dividen a los hombres [por naturaleza, Canarias es un un archipiélago… por convención es española]… y del convencionalismo nacen los terribles relativismos que llevan al hecho religioso y a las batallas ideológicas y políticas [un indú famélico jamás comería la carne de una vaca, que por naturaleza es un alimento sano y proteínico, pero que por convención es sagrada]. Y de esos relativismos nacen los absurdos tabúes que hacen que en una parte de Asia la leche sea rechazada por convención o media humanidad no consuma la carne de cerdo por pecaminosa.
De las convenciones parten las obligaciones [tantas veces absurdas] y las prohibiciones [más absurdas todavía]… y el hombre llega a sacrificar su necesidad natural más urgente esgrimiendo ridículos argumentos de convención.
Yo me pregunto con cierta frecuencia a quién beneficia un mundo de convenciones y cómo es posible que la humanidad entera trague constantemente ruedas de molino intragables… y por qué se armó la mente del hombre así… y, sobre todo, cómo después de un buen puñado de siglos de civilización y tantos pensamientos cruzados, sopesados, experimentados, el hombre aún siga en ese ‘in albis’ de las patrañas para imbéciles.
Me basta mirar, por ejemplo, al mundo de la enseñaza para darme cuenta de que no hay remedio, de que todo está trabado y bien atado.
Yo no quiero ser de este mundo, coño.

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