Castores en la charca edificando en círculo una isla, la hora de la merienda, Costafreda, redomas en el mar de los sargazos [el mundo es pura química y ensayo], la luz en el umbral del cielorraso, los zapatos corinto del 80 [eran Sebago], los mirtos en alguna primavera, Gardel en Sonigram, las noches en la luna de Valencia, Gotthold con su discurso Lacoonte, la hierba en el Edén, el ritmo Gorostiaga al fondo de Las Armas, el pisco, Rampa, Odette, casullas en silencio por las calles, un Minute Maid free french, una boina de chica, tú de espaldas, el horizonte, el tren, Govinda, Fendetestas, Coca-cola, Ducados, el Zurguén, caritas primorosas a las doce, ¿qué hay para comer?, dislates, causas justas, globulina, Girondo, Cadaqués... y llamar a clientes para ver si necesitan que les haga algún trabajo, y aguantar sus historias tristes [que son como la mía], y acudir a la Caja de Ahorros para calmar las cuentas, y firmar las cartitas con acuse de Hacienda, y desdoblar los días de trabajo sin trabajo... no sé ya cuál es la realidad, si la de los tragos intelectuales o la de los vómitos de mi economía diaria... todo se mezcla y se hace nebuloso... y hay una gana rara de impudicia que convive con otra de ruptura... todo se cae y en los ágapes me dan lecciones de urbanidad y hasta de moral... a mí, que caí ya un par de veces en la vida [caí con todo el equipo] y supe resucitar, que hice realidad mis proyectos y los vi destruidos, que tuve y perdí, que creí y luché hasta conseguir [y hasta volví a perder]... lo que llevo peor es aguantar las miradas torvas de quienes no tienen problemas reales y se los inventan, de los que no tienen crisis y juegan a padecerla... en fin, que unos guantes de fina piel naranja condonan unas manos, que quedan unos meses para la próxima berrea de los ciervos nacionales, que hay un texto de Borges que me deja sublimado, que a pesar de que el mundo es esto y esto y esto, persevero; que las garzas se elevan con las térmicas para migrar y a veces siento al mandril que fui junto al estómago...
Ha vuelto el humo desde las chimeneas, las quemas del invierno en el monte de enfrente, la luz clara tras los ratos de niebla, el fulgor del sol después de la nevada, el silencio en las calles... y el mundo sigue poblado de sordos y de ciegos, de inútiles y mártires, de gruesos funcionarios y viudas... ha vuelto ese no estar de las cigüeñas en la torre de San Gil, ha vuelto esa nostalgia de estación y pañuelos donde decir adiós era algo plástico... y leer a Elmer Dktonius o a Edith Södergran, y escuchar en silencio a Youssou NDour, y mirar algún cuadro de Thomas Fogarty o de Hopper...
Este no saber qué hacer me tumba y me llena de tabaco, pero así está el mundo en estos días, lleno de hombres ociosos a los que se les viene encima un fruterito de asuntos sobre los que no tienen control ni podrán tenerlo jamás... y todo es tan azaroso como que llueva o suba la temperatura, tan incontrolable como eso.
Y tumbado me pienso cazador y cazado, pitecántropo e incluso ameba... qué absurdo el devenir del hombre, qué absurdas sus preocupaciones y sus cuitas, qué absurdo el juego de la seguridad en todas sus manchas, qué ridículo su gesto religioso y su trazo político, qué tonto su estar sin consciencia del mundo y sus ardores reales, qué frágil todo, qué inexorable...
Fumar, beber café, sorber leche caliente, tomar sopa de lluvia, masticar carne hecha... y todo hasta la muerte, cualquiera, que da igual... dormir, viajar, asistir a un trabajo como los penitentes, robar o dar, tener... todo es asunto de la misma química, todo es anécdota e imperceptible paso, todo es un gran asunto de la justita nada... y cada uno desaparecerá cuando desaparezca, a pesar de su bolsillo lleno o vacío, a pesar de su angustia ridícula, a pesar de todo su saber o no saber... cada uno desaparecerá y sufrirá su muerte en función de lo acumulado y de lo no compartido, cada uno será los huesos blanqueados o las cenizas... en fin, que esto solo admite la misma definición que se le da a la ‘trócola’, y también el mismo interés [compuesto, cómo no].
No sé para qué me pongo transcendente, si da igual, si mañana me voy a Mérida para hacer lo que me gusta [que es leer poesía] y me voy a olvidar de todo esto por unas horas... mi privilegio es ése, mi beneficio en todo este tiempo gastado es ése: salir al mundo a leer mi poesía a quienes deseen escucharla, leerles mi resumen del ser y de lo sido, mi percepción del hombre, mi universo... soy un privilegiado, claro, sí que lo soy, pues aún puedo escribir y compartir lo que escribo con algunas sensibilidades afines... coño, claro que soy un privilegiado... pero también el justo culpable, de eso no abdico, el culpable de todo, el autónomo que no paga ni tiene derechos mientras va con la cabeza gacha y los hombros caídos, el que da de comer a los que ‘liban’ de la bolsa común y ‘regalan’ lecciones de todo [pero solo lecciones], el que roba y defrauda, el que le hace el jueguito al capital y a su puta madre...
Lamidos hombres, miserables de cualquier color, egoístas integrales, hijos de puta diarios... os aviso desde el fondo infecto de este pantano en el que vivo [no puedo caer mucho más, pues me sujeta el limo]... guardo puñales para cada una de vuestras espaldas... vigilad vuestros pasos, mirad tras las esquinas, no os fiéis en las noches de las zonas oscuras... pues estoy harto, colmado en este asco, y quizás salga al mundo a morder vuestras vísceras con esta rabia hecha de días interminables... ya no puedo perder mucho, porque no tengo.
O quizás sí.
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