Sunday, January 17, 2010

Somos el mayor fracaso de la historia del hombre...


Todo se mezcla en mi cabeza estos días... la experiencia de mi viaje a Perú, las imágenes del último desastre en Haití, el reciente accidente de las chicas de La Covatilla, el niño quemadito Edinson, las ridículas menciones a Dios [ayer escuché por la tele a una mujer diciendo que quizás Dios ha querido este desastre para ahorrar sufrimientos a los que han muerto, pues vivían en la pobreza extrema y no tenían futuro... y hace unos día chirriaban en mis oídos las palabras catolicofascistas de san Munilla de la Cruz Gamada]... todo eso me tiene como desazonado... eso y que en mi mundo las cosas no funcionan en parámetros lógicos, que hay una asquerosa doble moral de los ‘acomodados’ que me subleva... en este primer mundo, lleno ahora de parados, hay todavía ‘personas’ que tienen un sueldo grande por un trabajo fácil y encima desarrollan otros trabajos [con permiso y anuencia del pérfido Estado] por los que también cobran, mientras intentan dar ejemplo dialéctico constante de lo que se debe y no se debe hacer [yo conozco a muchos que están en ese trazo, gente que en su día sufrió carencias, gente que tuvo ideología y practicó cierta lógica social durante algún tiempo... gente que ahora se llena sus bolsillos y no da más que consejos]... el sistema está podrido y crece en él cierto nivel de perversión que asquea... ya no eres lo que vales [sentencia que en sí arrima gran injusticia... pero sería máxima del competitivo sistema capitalista y de ese sesgo liberal que pone y quita]... ahora eres por lo que medras, por lo que mientes, por lo que le quitas al otro de la boca, por lo que te puedes guardar sin que se note... esos son los valores de nuestro primer mundo, valores que tienen bien radicado el principio de insolidaridad [siempre bajo la máscara de un discurso moral que lo hace todo más perverso y más feo]... y entonces me avergüenzo, me avergüenzo de lo que tengo y de lo que hago, me avergüenzo de sonreír a quienes se cruzan conmigo [cuando debiera liarme a hostias con la mayoría], me avergüenzo de la ‘educación’ que le doy a mis hijos, me avergüenzo por mi silencio y por mi escasez de acción, por mi coche, por mi tele, por mi casa, por mi lavadora, por mi ordenador, por mi móvil... yo soy también parte de la perversión, pero sé que no soy la peor ni la más dañina [eso me salva un poquito... pero solo un poquito... y en ese poquito me autoengaño, en ese poquito soy la justa cobardía y el fracaso completo]. Pertenezco a esa clase que se llamó ‘progresía’, a esa clase que surgió de la nada para arreglar el mundo, a esa clase que un día decidió aprovecharse de los pingües beneficios que rodean a la falsa solidaridad y se imbricó nefasta en las instituciones, afuncionariándose en el peor de los sentidos, individualizándose hasta el justo ensimismamiento, asentando sus culo en el mejor sillón para no despegarse de él hasta la justa muerte... sí, yo soy uno de esos culpables [pero repito que no el peor, pues siento vergüenza cada minuto del día, que ya es algo]. Quienes teníamos como misión arreglar el mundo, hoy somos la rémora pesada que lo impide todo, somos quienes hacemos la arquitectura precisa para conservar nuestro statu en detrimento de la pobreza y la miseria emergentes... esa gente que sufre nos da igual en lo más íntimo, aunque en nuestro discurso lo conformemos todo con un decorado léxico que nos presente como seres implicados en asuntos tan frugales como la igualdad, la justicia o la erradicación del hambre y la miseria en el mundo de los hombres... nuestro único interés es conservar lo que tenemos y, cómo no, intentar tener más... pero siempre con buena prensa... malditos... somos la escoria de toda la historia del hombre... no tenemos cojones de expresarnos como realmente somos... llamar esclavo al esclavo, inferior al inferior, miserable al pobre, inmundo al que tiene menos... no tenemos huevos para gritar que nos da igual que se mueran de hambre o de sed...
Hace unas semanas escribí sobre la hipocresía como el peor mal de nuestro tiempo, y alguien me dijo que es un mal menor... yo digo hoy que prefiero a un fascista que se expresa y se muestra en su justa ideología que a quienes juegan al terrible juego de la confusión transformista desde pretendidas propuestas ideológicas de izquierda... a los primeros los tengo enfocados y sé cómo combatirlos... a los segundos los temo como al peor dolor de muelas, porque son la justa perversión de nuestro tiempo.
Y me siento agotado por incapacidad, me siento como sin salida posible, mal de atar, jodido, eternamente culpable... solo nos salvará mirarnos hacia adentro y decidir ser sinceros de una puñetera vez, solo ser sinceros y mostrarnos como somos de verdad... quizás desde ese enfoque personal las nuevas generaciones puedan hacer algo nuevo, distinto y mejor... decirle a nuestros hijos lo que somos para que ellos intenten no serlo... decirles que ellos tienen la impronta de un mundo mejor y que deben centrarse en que esa impronta llegue a ser una hermosa realidad de resultados... que desde nuestro mal ejemplo sean capaces de ‘hacer’ algo realmente positivo que lleve los ‘valores’ a su dimensión más humanista y sincera.
Somos el mayor fracaso de la historia del hombre, el tramo más vergonzoso de esa historia, y debemos reconocerlo en las plazas públicas y a voces para que comience una nueva tendencia... primero reconocernos y luego reconocer públicamente lo que somos y el tremendo mal que estamos haciendo... debemos salir de nuestro cómodo espacio de hipócritas... es el único gesto que ya podemos hacer, y no me parece que sea fácil.

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