Claudia, decía Aristóteles que “ético es lo que hace deseable la vida”, pero siempre desde esa capacidad humana que nos lleva a distinguir lo bueno de lo malo mediante nuestra conciencia [eso sin necesidad alguna de estudios profundos y racionalizaciones complicadas], que ya desde los primeros apuntes de civilización, el hombre, de forma intuitiva, establece normas éticas que permanecen hasta nuestros días [el mejor ejemplo es el no matarás]... visto así, podría no entenderse que existan continuos conflictos éticos entre los hombres, pero es que todo es mucho más complicado que ese proceso lógico que reza: “lo que no quiero para mí, no debo quererlo para los demás”, ya que siempre aparecen intereses individuales o sectarios que idean sibilinamente una contraética [nadie puede ser un juez decente cuando alberga intereses en lo que juzga]. Con todo ello, en la historia, el hombre pasa de tomar posturas éticas por necesaria lógica [que son asumidas sin dudarlo por la mayoría] a la ‘imposición’ de éticas fraguadas sobre los intereses de algún grupo [he aquí el camino de los jodidos integrismos religiosos y de los puñeteros fundamentalismos políticos]... hay algún ejemplo impresionante en la conquista de América por los españoles en el que se cita que parece lícito dar tortura y muerte a los indígenas que se negaban a tomar la fe cristiana, mientras que se cargan las tintas en que matarlos para robarles su oro era un acto criminal... a todo esto, amiga Claudia, se le llama ‘relativismo moral’.
Con el fin de poner algunas soluciones generales, las sociedades diversas, unidas en una sociedad de naciones, determinaron hace unos años establecer unos derechos inalienables y obligatorios para todos los hombres, una ética común para la Humanidad a la que llamaron “Carta de los Derechos Humanos”, para intentar evitar que los totalitarismos invoquen éticas parciales con las que puedan justificar sus desmanes llenos de muertes violentas y crueldades de todo tipo y condición.
Así, desde hace unos años, el hombre intenta imponer –con todas las dificultades imaginadas– una ética común y universal con la que todos entendamos que los medios y los fines van categóricamente unidos a unas formas y a unos usos [es decir, que debemos conseguir que los fines jamás justifiquen a los medios... que nadie tenga que optar –incluso con buenas intenciones– por soluciones de fuerza que llevan siempre a terribles espirales].
Aquí me gustaría hacer un apartado, Claudia, para explicarte que nunca debemos medir con la misma vara a todos los hombres en cuanto a su cumplimiento de las normas éticas establecidas... que no es lo mismo un tipo bien asentado y con uso de poderes que uno vilipendiado y hundido en la miseria y la pobreza, que no se le pueden exigir los mismos niveles de cumplimiento y responsabilidad a un hombre cultivado que a un analfabeto, que no es lo mismo –en lo que se refiere a llevar a término una ética– una comunidad rica del primer mundo que una sociedad empobrecida del tercer mundo... exijamos responsabilidad social a quienes tienen el beneficio de una cultura vasta y el poder de unos adelantos técnicos y científicos de primer orden... y exijamos responsabilidad de pequeño entorno a quienes tienen que sacar adelante a una familia con la única herramienta de sus manos [los primeros tienen la obligación ética de hacer llegar sus conocimientos y sus tecnologías a quienes no las disfrutan... y los segundos deben mantener en pie a su familia –su pequeño entorno– con una condición moral que les imprima dignidad]... termina siendo todo, chiquilla Claudia, una lucha constante contra la ‘indiferencia’ de los que tienen, intentando que en ellos crezca cierto sentimiento social.
También me parece de vital importancia que comprendamos el sentido de la ética en toda su extensión, y que desde esa comprensión trabajemos... ya que no es lo mismo acatar una ética desde el ‘no hacer’ [no matar, no robar, no violar, no torturar... que termina siendo un autoengaño en términos individuales... no mato, pues estoy en la ética que me indica no matar] que tomarla desde la exacta voluntad de ‘hacer’ [yo no mato, pero trabajo para que otras personas tampoco maten]... ese sentido íntegro de la ética es el verdaderamente valioso, el que nos lleva al tan ansiado ‘compromiso ético’ que da paso a posiciones personales activas.
¿Qué pretendo con todo esto?, te preguntarás... pues sencillamente adelantarte de forma breve una serie de procesos reflexivos por los que yo he pasado –y que me han llevado mucho tiempo de lecturas y experiencia, de equivocaciones y de pequeños aciertos– y que me parece que te serán útiles si te los doy ya medio masticados... porque todo parece sencillo cuando ha sido asimilado, pero la verdad verdadera [me encanta esta expresión] es que, generalmente, uno llega a la comprensión de lo sencillo a base de golpes y fracasos... y me gustaría ahorrarte alguno de esos procesos dolorosos de aprendizaje.
Quizás te parezca tonto y pretencioso por mi parte el que haga lo que estoy haciendo... y lo mismo tienes razón, pero me encanta intentarlo.
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