Thursday, January 28, 2010

Sobre cierto tipo de fidelidad y unos textos golosina.


En la amistad y en el trabajo hay un concepto irrenunciable para una persona que, como poco, desee serlo en términos positivos y humanistas. Ese concepto es la ‘fidelidad’, el mantenerse firme siempre junto al otro a pesar de lo que suceda, el valorar el tiempo pasado en convivencia y en mantenerlo sin pararse a sopesar ganancias o ventajas nuevas, en ser juntos bajo cualquier condición y en salir adelante con apoyo mutuo... sin esa fidelidad vamos mal, vamos justo al ideal fascista que tan bien me definió hace un par de meses el amigo Antonio Garrido [al que desde aquí le envío un abrazo inmenso]... cuando uno no mira más que para sí mismo, cuando todo lo mide en centímetros de beneficio propio, cuando por un miserable tener algo más se echa por tierra todo un tiempo de relación y de experiencias comunes, cuando la acción en el propio beneficio [grimio el común de las veces] destruye los lazos hechos durante años, cuando se pone el oportunismo por delante de los valores... el tipo que lo lleva a efecto no merece otro calificativo que el de fascista y antisocial... y no merece más que desprecio y olvido.
Algunos tipos así me han tocado ya en la vida, y os juro que me han llevado hasta los límites de la enfermedad, pues no hay asunto que soporte peor que éste. Su castigo termina siendo su soledad, que siempre llega de forma inexorable.
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Me regaló Antonio Orihuela en Mérida el texto de presentación que escribió para mí... lo acabo de leer ahora y me he emocionado. Lo dejo en este espacio lleno de agradecimiento a mi amigo:

“Veréis que es raro el poema en el que Luis Felipe no dialoga con el objeto poetizado, sea este el amor, los afectos, la vida, la muerte, la chica de los vaqueros, los parientes, los hijos, los amigos, los desconocidos... con gente admirada o extraña, con inquietantes personajes o mitos que, perdida su sustancia, se han convertido también en materia literaria. Con todos ellos, Luis Felipe, vuelve a componer acontecimientos y contingencias dispares de la cercanía, desde la complicidad que establece con el lector, con quien se pare a escucharle, a charlar con él en esta otra forma de estar juntos que es la poesía.
Hay gente que hace de la escritura un negocio y gente que hace de la escritura su ruina, al elegir la poesía estaba claro que Luis Felipe se apuntaba a lo segundo, a defender un discurso doliente y solitario y, en la misma medida, a alejarse de aquellos que nos dan gato por liebre en sus publicitados libros.
Frente a este desolador panorama, también quiso en su día reaccionar Luis Felipe Comendador y, además de regalarnos su trabajo, cometió la osadía de de montar una editorial con la que dar a luz a los precarios sueños de otros autores que, por heterodoxia o porque las leyes del consumo de libros no transitan los mismos caminos que ellos, siguen teniendo muy difícil eso de publicar.
Pero volvamos a la poesía de Luis Felipe, que es lo que esta noche nos interesa y nos convoca. Vais a tener la oportunidad de apreciar que es la suya una poesía ordenada y sin grandes estridencias, fácil de seguir, desnuda y, sobre todo, que trasmite al lector una poderosa sensación de íntima confesión, de secreta comunión que Luis Felipe nos propone en la mayoría de sus textos.
En efecto, Luis Felipe Comendador elabora una práctica de escritura que elige una relación interrogativa y nada pudorosa con lo social, produciendo una contraépica que cuestiona la existencia de un orden coherente y estable a través de imágenes, fragmentos, collages y textos recolectados y mezclados desde algunos de sus mundos predilectos: los libros, las películas, los cuadros, la música... con ellos trasgrede códigos que, más allá del experimento formal, constituyen en la poesía de Luis Felipe un intento de transmutar lo decible, renegar de lo que se muestra provisional y perentorio o bien remitirnos a otros acontecimientos, otras huellas, a otros documentos, a nuevos fragmentos que son, en suma, la metáfora del sujeto desmembrado contemporáneo expuesto a la vanidad del mundo y atravesado, aplastado por el peso del pasado, desconcertado ante el presente y escéptico por lo que el futuro le tenga reservado.
Transparencia, experimentación, independencia y ejercicio de libre expresión de una mente ni sometida ni sumisa al poder y sus discursos es lo que veo, lo que agradezco y lo que comparto con el poeta Luis Felipe Comendador y, como él, no creo que haya hoy otra opción posible para la práctica y la producción literaria... y como ya saben, imaginar un lenguaje es también imaginar una forma de vida.”

Y luego leí, también emocionado, la presentación que me hicieron Aurora y Claudia, dos alumnas del IES Extremadura, para el acto del día 27, de la que extraigo los dos últimos párrafos [pues los primeros son biobibliográficos]...

“...Su literatura es la de un hombre que cree en un doble compromiso del ser humano: el compromiso solidario con la propia Humanidad a la que pertenece y el compromiso con su conciencia moral. Si ésta se adormece, o muere, perdemos la dignidad que nos hace llamarnos humanos.
Luis Felipe Comendador considera la poesía como una tarea muy seria de creación de un mundo distinto dentro de este mundo. De su propia poesía ha dicho que es confesional y combativa, rebelión contra todo y contra todos. Afirma, nos permitimos parafrasearle, escribir sobre la muerte, sobre la gente al desnudo y sobre el sentimiento trágico de nuestra mediocre y cómoda existencia. Y como quiere que se le entienda a la perfección, lo que quiere decir no lo dice ‘poéticamente’, sino con una expresión simple y clara...”

En fin, que uno necesita a veces golosinas como estas para pillar algunos kilitos de ánimo.

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