Monday, December 29, 2008

Mi hija rebonita.


Mi Mariángeles cumple 21 y es el primer año de su vida que no estamos juntos.
Felicidades, hija, y un abrazote gordo de todos los que habitamos la casa que vas dejando vacía.
•••
Recuerdo ahora un poemita infantil que le escribí a mi hija cuando cumplió cuatro añitos y que lo mantiene enmarcado desde aquel día sobre su mesilla [empezaba así: “Mariángeles, chichitas blancas, / de la luz chispita alegre...”... no lo continúo porque es algo íntimo y suyo] y la estoy viendo con su vocecita divina hablando sin parar, que aprendió pronto y con mucha corrección, sentada sobre la alfombra del salón, rodeada de juguetes y mirando embobada el vídeo de anuncios de juguetes que le grabamos la Navidad anterior [le encantaba mirar ese vídeo y se lo pedía siempre todo]. También recuerdo, y sonrío solo, sus días de ballet, que fueron muchos, y cómo fueron conformando su cuerpo y sus gestos con esa pose hermosa que lleva en su periplo de mujer... y sus constantes caídas por haber heredado mis tibias giradas [siempre se hacía los chichones en el mismo punto de la frente]. La recuerdo en mi cama a primera hora, con su pijamita y los pelillos revueltos, o unos años antes, tomando el bibe de mi mano mientras veíamos la tele del dormitorio, o riendo a carcajadas ella sola mientras seguía las cómicas historias de Los Aurones con aquel tontorrón que se descuajeringaba siempre [creo que se llamaba Gallofa].
Mi hija, mi tesoro, la que es exactamente igual que yo en todo, todo, todo... mi niña de nata... la que hoy no está aquí para embromarme y hacerme esas cosquillonas que tanto me mosquean mientras me dice con voz socarrona: “parrooo, que vas mayoooor”.
Te quiero, hija. Te queremos.

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