No hace falta que sepa de poesía o que atine a mantener una conversación inteligente [con mi rollo interior llevo ya carga suficiente en ese palo], pero sí que me diga cosas lindas en voz baja y sepa hacerme dulces gestos cómplices.
Si no fuera demasiado complicado, me gustaría que durmiese pegadita a mi espalda para sentir su seda mientras sueño, y que en la hora primera me ayudase a sacar mi cuerpo al mundo con cierto tono honroso y saludable.
Si he de ser sincero, debo decir que la pinto con frecuencia en mis papeles y no acabo de dar con su figura [a pesar de que busco mucho en Google postales de mujeres que me lleven a un compendio que se acerque a mi extraño arco áureo].
Ojo por ojo
diente por diente,
beso a beso
te quitaré el carmín,
me quitarás las gafas,
no sabremos muy bien por qué lo hicimos,
no querremos saber cuándo ni dónde,
el amor es así,
frágil y hermoso
como un cisne perdido en alta mar,
como un niño clavado en sus tristezas,
como un perro que corre enloquecido,
extraviado sin ti
con tu collar al cuello
*[Fernando Beltrán. “La amada invencible”]
(21:42 horas) Recibo de la Biblioteca Pública del Estado zamorana tres volúmenes deliciosos sobre Claudio Rodríguez [volúmenes 0 y 1 de ‘Aventura’, editados magníficamente por el Seminario Permanente Claudio Rodríguez, y ‘Cinco poemas’ de Claudio Rodríguez, editado en Hiperión por la Diputación de Zamora]. Mil gracias a su directora, a la que tuve el placer de conocer hace un par de semanas, y más cuando me ha traído el recuerdo del maestro que sentí en sus últimos hálitos muy cerca y con el que fui capaz de rozar ese maravilloso don de la ebridad que le hizo grandísimo y terriblemente humano a la vez.
Gozaré de su lectura, segurito.
De FUMADORAS |
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