Sunday, August 10, 2008
Jet lag
Albertito es presa de un jet lag que le deja dormir solo tres horas en su oriental camastro y se torna imbuido de esa cosa Tao Yan-Ming que toma a los viajeros de largos recorridos. Escribía Tao:
Un huésped reside en mí,
nuestros intereses no son completamente los mismos.
Uno de nosotros está borracho,
el otro está siempre despierto.
Despierto y sobrio
nos reímos el uno del otro,
y no comprendemos el mundo del otro.
Propiedades y convenciones,
qué tontería seguirlas muy seriamente.
Sé orgulloso, no estés involucrado,
entonces te acercarás a la sabiduría.
Escucha tú, viejo borracho,
cuando el día muere,
enciende una vela.
Fíjate, Alberto, en lo que dijo Tao: “Sé orgulloso, no estés involucrado, entonces te acercarás a la sabiduría”. ¿Magnífico, no?, y tú lo sabes, lo sabes cuando me escribes eso de “considero más un triunfo que un fracaso el hecho de que se me ignore…”. Pero el hombre precisa que los otros hombres le pongan en valor por lo que hace o en vergüenza por lo que deja de hacer; y esa es mi responsabilidad hacia ti, aunque no te agrade demasiado en el tiro corto y en la referencia directa.
Tú debes estar siempre en el lado del orgullo por lo tuyo y en la orilla del no involucrarte, pero es mía la dulce palabra de ensalzar lo que considero en ti de valor hacia los demás [ahí solo puedes bajar la cabeza y enrojecer, amigo, porque en este regate soy yo quien lleva la bola]. Tu ‘haces’ y yo debo gritar que ‘encuentro’ donde tú buscaste, porque al ‘encontrar’ le debo al mundo compartirte. Y eso es el ‘reconocimiento’ [conocerme en tu obra y reconocerme en el pensamiento que ella me provoca… e intentar extenderlo sin que tú tengas que mover un solo dedo para ello, porque no lo necesitas ni lo quieres].
Sí es mi responsabilidad [por haber sido tocado por tu arte] el reclamarle al mundo que te preste atención y que te cuide, que te mime y te ponga los laureles [aunque eso no te sirva de nada, e incluso te moleste]. Y es que un hombre existe, Alberto, solo si otro hombre quiere que exista… y yo quiero que existas porque tu valor puede ser guía de otros… y no quiero que mis hijos y los hijos de mis hijos se pierdan en su desarrollo intelectual esa suerte de color explosivo, de formas sugerentes y de humos solidificados que a mí tanto me ha hecho crecer.
Así que a joderse, hermano, que a mí se me ha metido entre ceja y ceja que en tu ciudad terminen sintiendo el orgullo de tenerte en sus calles y en sus plazas como yo lo siento cada vez que tomamos un cafetín o charlamos de nuestras pequeñas miserias entre risas y cigarros. Tú hoy representas en China todo lo que somos quienes hemos compartido contigo días y espacio, eres un trocito dignísimo y brillante de Béjar en las tierras más lejanas, un trocito de Béjar que despierta admiración y respeto a quienes ni siquiera sabrían ubicarnos en un mapa, y antes lo has hecho con absoluta brillantez en distintos países y con la más alta consideración. ¿Por qué no he de reclamarle yo a nuestros políticos que te reconozcan entre los tuyos cuando ya lo han hecho sobradamente donde tu obra ha llenado de ebriedad ojos extranjeros?
Aquí, que se saca a hombros en la plaza pública a quien ha ganado una carrera ciclista de 14 días, a quien ha conseguido una etapa de montaña en un Tour de Francia, a quien ha escrito un ensayo brillante o a quien ha apoyado la realización de una central hidroeléctrica [a pesar de los pesares postreros, que los hubo]… Tú, que llevas toda tu vida adulta indagando en el arte cerámico mural y en su dimensión pictórica, que te has dejado vida y físico en tu hermoso empeño, que has sido capaz de abrir novedosos caminos artísticos que te han sido reconocidos por los organismos más reputados y que dominas técnicas propias que otros ambicionan con auténtico frenesí para lograr imágenes que permanecerán sobre los hombres… ¿no eres digno de estar sobre las cabezas laureadas de Lale Cubino, Roberto Heras, Santi Blanco, Gonzalo Santonja, Moisés Dueñas, Samuel Solórzano… o en los niveles míticos de Mateo Hernández, José Lidón, Valeriano Salas, Francés de Zúñiga o Nicomedes Martín Mateos… todos con sus luces y sus sombras?… ¿No eres digno?
Espero que ese jet lag tan molestote te sirva para disfrutar con los ojos de todo lo que te rodea, que te lleve a seguir pensando con la normalidad de los hombres tranquilos y te empuje a seguir escribiéndome desde las tierras mandarinas y enviándome fotos de todo lo que veas y te toque.
Un abrazo, chiquitín… y que duermas a pesar de mi encono en nombrarte y sacarte de esa paz oriental que tan bien llevas.
CRÓNICA VIJARRENSE PARA A.H.
Hablaba de ti con unos amigos en PdT mientras nos tomábamos unos cafetines y en la tele corría por los aires el supergimnasta chino para encender el pebetero olímpico con su antorcha mediática en la mano. Tu padre andaba rifando con los naipes una partida de las suyas y, al oír tu nombre, giró la cabeza y me saludó con esa carita suya de ‘tranquilo, que a estos mataos los tengo en el bote’. Le pregunté por ti, pensando que estarías en Beijing [el Pekín de toda la vida] y quizás hasta que te hubieras colado en esa desmedida ceremonia inaugural, pero me dijo que andabas por Shanghai [circunstancia que corroboré después con las entradas que hiciste en mi blog desde ese punto geográfico] y que habías llegado bien. Yo entonces sentí un puntito de envidia por no poder estar contigo disfrutando esas tierras sin saber el idioma mientras tu padre levantaba su brazo derecho con fuerza y golpeaba la mesa con un naipe que dejó patidifusos y medio cabreados a sus compañeros de partidas [son unos tíos difíciles y me asombra que que esa partida permanezca día tras día, que ya he asistido a alguna refriega entre hermanos en la que se dieron voces y todo… es la polla, amigo Alberto]. En fin, que tu padre sigue estupendo desde mi punto de vista y me regala cada día esa mirada tuya/suya y esa tranquila pose tan oriental que compartís.
Luego, ya no recuerdo las horas ni los momentos exactos, me visitaron Diego y Tere, que iban de camino para Huelva, donde Dieguete ofrecerá uno de sus conciertos de piano, y José María Cumbreño acompañado de su divina compañera y de su chiquitilla de ojos como lunas negras [el colega, siempre generosísimo conmigo, me regaló un puñadito de libros golosos, de los que ayer por la noche me leí con auténtica pasión ‘La frontera que nunca existió’, de Alonso de la Torre, un recorrido mágico por la cercana ‘Raya’ que hace frontera entre España y Portugal, lo que me sirvió para envidiarte un poco menos y hacer un viaje a solas entre loberos y pequeños y antiguos contrabandistas de café, moneda falsa y armas; la monja de Beja o la alquería ‘El quinto coño’…], y Luis Martín Cabrera, que venía acompañado por una chica norteamericana con la que está embarcado en un apasionante trabajo de grabaciones por toda España sobre testimonios de la Guerra Civil [a los tres, a José María, a Luis y a mí nos unió por un momento Omar Pimienta y su poesía asombrosa]. Luis me dijo que si en mi viaje a México paraba en Tijuana –que creo que lo haré–, que estaba invitado a leer en la Universidad de San Diego, en la que él trabaja [intentaré que así sea, pues me apetece un punto] y también me dijo con cierto tono de queja y algo de ironía que le había contado a Omar Pimienta en Moguer que yo le enseñé a jugar a basket, cuando la verdad es que me dediqué a darle hostias diversas y codazos en los muchos partidos que jugamos frente a frente [Luis es de una generación anterior a la mía y ya se sabe que los baloncesteros de siempre solemos adoptar a los más jovencitos como hijos nuestros, pero, cuando destacan, intentamos machacarlos con nuestros más burdos ardides para que no se coman al padre –mi fuerte eran los rodillazos bocadilleros en los muslos y los codazos en el plexo solar o en la barbilla–]. Que perdone Luisillo el desliz, pero imagino que algo aprendería de mis golpes bajos y altos [jeje], de ahí mi autoasunción con ese ‘yo le enseñé…’. Y nada más, colega, que me tengo que poner ahora a hacer la limpieza de la imprenta, que es un coñazo, porque despedí a la empresa de limpieza por esto de la jodida crisis.
Ya te cuento.
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