Sunday, August 3, 2008

Popa Chubby.

Estoy absolutamente grogui, pero divinamente feliz. Acabó el festival de blues de Castilla y León [Blues Béjar] y ni los alucinógenos ni el alcohol han podido distraerme ni un minutito de lo que ha pasado este año en la Plaza de Toros de El Castañar. Michael Roach y Johnny Mars enormes junto a su big band blues [destaco a su saxofonista y al tipo de la perilla que acariciaba el órgano Hammond de última generación], pletóricos en temas tradicionales más cajún, divinos cuando rozaban el country y absolutamente maravillosos cuando versionaron al mejor Miles Davis de St. Louis… de rechupete estos pericos. Gail Muldrow me resultó algo más dura de escuchar [todo venía de la comparación con sus compañeros de escenario, claro], pero no puedo negar su calidad bluesera y la entrega al público con su guitarra en la mano. Fue un descanso escucharla sentado en las barreras de la plaza de toros, con los ojos cerrados a veces y sahumando mis cigarritos recién liados. Y llegó el huracán esperado, Popa Chubby, con sus dos Fender calentitas para hacerme subir al cielo [un tipo importante y grande de verdad este perico, un músico racial y lleno de esa naturalidad que solo poseen los tocados por el arte]. Su concierto fue para correrse físicamente [se me viene ahora a la memoria la deleznable actuación de mi queridísimo Boby Dy en la pradera de Hoyos]: potencia, fuerza, magia, sentimiento, entrega, naturalidad, sencillez… El fruterito que nos dejó Popa en Béjar será alimento para muchos meses en esta cabeza loca que ahora mueve mis manos. Cuatro hitos marcaron el concierto de forma decisiva: la interpretación casi religiosa del ‘Aleluya’, la guerra de instrumentos con el saxo y el órgano Hammond de la big band blues de M. Roach, la insuperable versión del ‘A Walk On The Wild Side’ del gran Lou Reed y el brillante homenaje a Jimi Hendrix que dejó la noche bejarana poblada de estrellas.

Si habrá sido sublime este festival, que apenas tuve tiempo para tomar nota de las caderas moviéndose, de las miradas cómplices de las musas núbiles, de los pechos brincando al ritmo de blues, de los culos embutidos en los tejanos de cintura caída… ni de hacer recuento de las diosas [este año apenas pasé mi mirada un par de veces por la divina vestal JASP], ni de masticar el globuloso ambiente de decaídos y excitados, de ebrios y libidinosos, de padres de familia moviendo el esqueleto y de solterones regando con su babita el albero. Casi exclusivamente disfruté de la fiesta junto a mis colegas Joselín, Gerardo, Elenita y Juanma… y con mi cuñao Manolillo [que estuvo mojicón y casi se nos pone malito] y con mi hermana, con mi hija Mariángeles y con la loca pandilla de Ricardito Luis.
Y el final me lo guardo para Miguelón, el Miguel de las grandes ocasiones, el que sabe sufrir y llegar a la meta como sea y contra quien sea. Sin él no habría tenido yo estas hermosas sensaciones de vida aprovechada. Tío, eres grande de verdad y tienes un par de huevos… y me encanta verte sonreír, aunque la procesión vaya por dentro.
Gracias, Miguel, coleguita, por estos ratinines incomparables [y, por ende, gracias a toda tu gente por ayudarte a ser lo que eres y a conseguir lo que consigues].




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