Friday, August 15, 2008

Ibérico con 'Viña Tondonia' en Fuping.

“Ayer, después de cenar (7 de la tarde) fuimos a la ciudad, hicimos pequeñas compras, paseamos con la mirada abierta y, después de unas cervezas en terraza, regresamos en taxi al hotel (cinco yuanes la carrera = 0,5 €). Como ya llevamos algún tiempo comiendo con cierta desgana la picante comida china, decidí invitar a mis amigos a un banquete improvisado en mi habitación. Le tengo que agradecer a Aurora, entre otras cosas, que casi me obligase a traer unos paquetes de jamón al vacío, y a mí mismo la ocurrencia de meter en la maleta un par de botellas de “Viña Tondonia” que me dio mi padre. Abrir el ibérico, olerlo y catarlo fue una experiencia casi mística, el sabor trascendía y trascendía hasta lo inimaginable. Luego hubo, con ayuda del vinito, conversación profunda y divertida.
Abrazo.”

A este mail han seguido otros veintidós con fotos vampirizadas a Miguel Ángel Gil y a Rafa Pérez [fotos que he recortado y ajustado, sin expreso permiso de sus autores, para incluir en esta entrada]… por cierto, que no estaría mal que tanto Rafa como Miguel Ángel se sumaran a contarme sus impresiones [anímalos, Albertito].

El propio Miguel Ángel, siempre muy preocupado por lo social.


CRÓNICA VIJARRENSE PARA A.H.

Pasé frío esta noche y hoy me he levantado cistítico y tosedor [la temperatura baja sin avisar y a los viejitos como yo nos suceden estas cosas]. Ya por la mañana recibí llamada de Miguelón para quedar a tomarnos un café y enseñarme una nota cabrona que ha publicado hoy La Gaceta, ese diario tardofascista que se edita en Salamanca y que solo ve por los ojos del dinero y, por ende, por las gafas de culo de vaso del PP. Atacan directamente a Miguel por la oscura pesetería de no haberles contratado un anuncio del Festival Internacional de Blues de Castilla y León, cuando el colega va con el presupuesto absolutamente mermado y haciendo magia mientras apoquinan su guita las instituciones. La Gaceta, Halarberito, empuja si te matriculas o destruye si no puedes apoquinar su jodido impuesto revolucionario. Quieren cargarse el festival por sus santos cojones y por una comercial sin escrúpulos que va solo a lo suyo [estaría bien que alguien nos contase todo lo que ha sucedido entre bambalinas para que los salmantinos ubiquen a estos zorolos voceros y terminen poniéndolos donde se merecen… ahora me darán a mí, pero me toca los cojones, amigo Halarberito]. Ellos, que debieran estar al lado de quienes generan las noticias [en este caso Miguel] y, sobre todo, de quienes les llenan las arcas, que no son otros que Caja Duero, Junta de Castilla y León y Ayuntamiento de Béjar [organizadores oficiales del Festival de Blues de Castilla y León y colaboradores de facto con pelas y nombre fiscal]… ¿a que a ellos no se atreven a destrozarlos impunemente como lo han hecho hoy con Miguel?
Dejémoslo, colega, que me encabrono, aunque debo decir antes que el diario extremeño ‘La Aldaba’ pone todos los años una página entera de publicidad gratis al evento [hay diferencias, ¿eh?], entre otras cosas porque entiende su importancia y porque sus directivos saben que apoyando esta fiesta cultural e informando de ella arrastran otra publicidad muy interesante.
Ayer, y con esto respondo a una pregunta de la viva Guadalupe, en una hermosa conversación me dijeron que tú y yo parecemos Batman y Robin [yo Robin, por supuesto] por esa referencia de amistad a la que acudo con tanta frecuencia… pero tal circunstancia hay que leerla sin maldad, porque sé que procede de una envidia sana. La verdad, Guadalupe y Halarberito, es que me siento protagonista de una historia sobresaliente en la que disfruto siendo observador y vocero, una historia de excelencia artística en la que soy testigo directo y constante, una historia de la que poca gente tiene consciencia ahora, pero que con el tiempo tomará el signo épico que le pertenece [¡ay, tontitos, no sabéis lo que os estáis perdiendo!].
En fin.

Rafa Pérez [Alafa], el maestro químico y la intérprete.





•••
A eso de la una y media me ha entrado un dolor de cabeza bestial [debe ser que en el justo puntito de relax que estaba pillando me ha salido toda la tensión de la semana, que ha sido mucha, y se ha convertido en este puñetero latido en la sien que me deja medio ciego]. Y sigo confesando que los dolores no me disgustan porque me hacen sentir que estoy vivo de verdad, pero éste de hoy es cabrón y creo que me tomaré un par de aspirinas en cuanto llegue a casa.
Cuando el dolor se asienta sobre mí, parece que asisto alucinado a mis exequias y comienzo a vestirme con cada una de mis vísceras para arropar el trabado esqueleto que me arma y me sostiene. Si me giro, veo a mi derecha las bocas que guardan los besos más lascivos y me entra un no sé qué de habérmelos perdido; si miro a mi izquierda, hay una fronda de brazos que me buscan para echarme su velo de abrazos… lo demás es apacible como el humo manando por la chimenea obelisca de una fábrica, índigo como los uniformes de los colegiales africanos, violento como una penetración salvífica, escarbado como los siglos en los que vivieron otros y tan instantáneo como cuando no quiero nada.
Vamos a la cama o a los zapatos para andar o tullirnos, para quedarnos o ser arterias con su aridez de fiebre.
Admiro a Alberto porque halla en el hambre de lo que desespera y alumbra ventanas ciertas de cada gesto falso, porque olvida en lo que va entregando, porque amordaza el ritmo de un instante en la amalgama y hace tumbas heroicas para colgar de la pared sencillamente. Y le sigo en su confusión ígnea hasta ser tegumento o sentirme relieve y garabato, hasta verme esperpento o graznar un fracaso. Sus obras son un lacre que encierra lo que busco, sea lodo o trompetas, amputación o lágrimas.
Y las serpientes muerden en mi sien y se enroscan, y mi lengua se torna en feldespato y anuncia un disparate, y el latido cabrón ha tomado el compás y se hace música coagulada y dañina. Me duele la cabeza como nunca, me duele como una confesión y es como un péndulo que en su tac-tac me obliga a descomponer mi gesto natural… y arde la melopea que repara: soy tapir y huyo del fuego oscuro, tapir de musgo quieto que ya no cubrirá a ninguna hembra en esta temporada. Soy el gemelo de mí mismo y nada siento en este cuerpo par con posturas y esquinas. Soy la ingestión que asfixia o envenena y deja las mejillas blancas. Soy quien desata los incendios con estas pobres manos y luego se hace caucho. Soy la armonía de un diamante que aún no ha cumplido su ciclo de calor. Soy la fatiga que en su drama se tensa y se hace sueño… Me duele como nunca esta cabeza mía…





•••
Tarde.
Decidí invitar a comer a toda mi familia, y lo hice en La Venta del Bufón, y nos sirvió Miguel desde su pie en la tierra para mostrar que quien es capaz de montar una de las mejores convocatorias musicales de Castilla y León, también lo es de servir platitos de paella con naturalidad y aguantar las gansadas de los comensales con verdadera profesionalidad. Aquí funcionan así las cosas, Halarberito, y tú lo sabes bien. Aquí, hermano, puedes escribir ‘los versos más tristes esta noche’ y mullirte en la gloria de los hermosos vencidos… y a los dos minutos moverte en la mediocridad bajo la mirada abyecta de quien te utiliza como accesorio de su prosaísmo [no suele haber término medio]. Es la Vijérriga de siempre, la del paisaje hermoso y la de los tipos verdaderamente importantes a los que nadie les concede importancia [quizás por ello sois mucho más importantes].
Comí de puta madre y me bebí un refrescante botellón de Paulaner que ayudó a que mi dolorzote de cabeza se diluyera, y mantuve colgado de mi hombro a Guillermito durante toda la comida, y le pelé puñaditos de gambones a mi Felipón adolescente, y miré a mi Mariángeles para verla mayor y deliciosa, y disfruté de las risas de Claudia y de Julina, y me reí con You y brindé con toda la familia, incluidos Jesús Majada y Sinda… y su pícara Leticia, y vi a mis padres estupendos, vivísimos, hermosos…
¿Qué más puedo pedir, Halarberito?

















"Como ves, la gente es aparentemente feliz. Sus sonrisas contienen la resignación de
lo que son. Producen sensación de que con el lujo hemos perdido algo esencial. Ahora
lo mejor de China es la gente."








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