
Y que somos todos distintos y demasiado iguales, aunque lo que nos diferencia es la dosis de egoísmo hasta en el dolor: unos toman el suyo, lo lloran, lo tramitan y lo usan como un veneno particular, teniendo solo ojos para sus cuitas y cegándose como topos para los dolores cercanos… y otros comparten dados, castigo y gestos, y lo hacen con la felicidad del que es de todos, y aceptan lo que venga y se extienden, y persisten en vivir con sonrisas y lágrimas, en dar el paso nuevo acompañados, en apoyar para poder apoyarse.
No entiendo el clavicordio de la vejez, y creo que no lo entenderé jamás, pues la vejez me resulta fea y nada plástica/práctica, y por ello creo que no debo llegar a ella me ponga como me ponga. Otra cosa es asumir lo que nos viene dado [aquí también protesto, porque el anciano se hace por sí mismo y no sabe deshacerse sin deshacer a los que tiene al lado]. Creo que todo es cuestión de educación y de aprender esa máxima de “si no quieres morirte, por lo menos déjame vivir”. En fin, que nos han enseñado a aferrarnos y eso agota la vida que florece.
Prefiero, sin dudarlo, a quien comparte dados, castigo y gestos, al que no hace dramático lo que es la justa ley del Universo y gestiona los días con naipes de normalidad, pronunciando exabruptos para sacar la mierda y tirando adelante con una risa franca.
Vivir es una caries en el cuerpo y no un cuerpo en la caries que es la vida.
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Soy cuerpo, eso lo tengo claro, cuerpo que algunos días se desmadeja y que otros florece entre la fauna humana que se embosca. Solo sé que soy cuerpo y nada más: un esqueleto armando la estatura, unas vísceras blandas que se asemejan mucho a las expuestas en las casquerías, varios metros de piel algo gastada y un sombrero de cabellos sedosos y caedizos. También sé que hay un algo entre las cejas, muy adentro, que me hace ser posible de otra forma, un algo espiritual que no comprendo y que me hace trotar en mundos raros. ¿Eso también es cuerpo?, me pregunto… y no sé.
También tengo muy claro que doy vida [la expresión es del todo relativa] y destruyo con todos mis sentidos, que los uso sin más cuando no siento su trámite en el margen racional y me cuesta domarlos cuando la razón toma las riendas y sus usos.
Soy cuerpo, estoy seguro. Cuerpo que se levanta y cae, que se arrastra y se dobla en las piernas o se tuerce en la bisagra de la cintura, cuerpo que busca el peso de otro cuerpo y a veces lo rehúsa como una ortografía, cuerpo ardido en miasmas y el chop-chop de una química de dioses, cuerpo rendido a última hora, cuerpo mancillado por mí mismo, cuerpo entero y lanzado a no sé dónde.
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VUELVE ALBERTO DE SU VIAJE A HANCHENG
“Miguel Ángel, Rafa y yo nos fuimos de viaje a Hancheng. Está a 220 km. al noreste de Xi´An. El viaje fue tranquilo, ¿o será tal vez que ya nos hemos acostumbrado a la irracional manera de conducir que tienen los chinos?. El paisaje no es nada diferente al que conocíamos. Se suceden las aldeas mugrientas con gente trabajando en la calle y la presencia de la neblina tóxica lo abarca todo. Yo quiero ver paisajes limpios y sugerentes horizontes, pero me temo que va a ser difícil. Por la mañana visitamos unos felinianos baños al lado del río Amarillo. La cosa no daba mucho más de sí y nos dirigimos a Hancheng con la idea de que el viaje no iba a merecer la pena, pero afortunadamente no fue así y descubrimos una ciudad más moderna que Fuping, con una delicia de casco antiguo y escasamente visitada por occidentales (no hemos visto ni uno). La calle principal era un mercado al más puro estilo chino y las construcciones bien cuidadas albergaban comercios de todo tipo. Nuevamente lo mejor ha sido el paisanaje. Cenar fue complicado, nadie habla otra cosa que no sea el mandarín, y elegir plato es todo un reto que generalmente no tiene final feliz. La mañana siguiente la dedicamos a ver la aldea de Dangjiacun, pueblecito del siglo XIV relativamente bien cuidado y preparado para el turismo chino. También visitamos la tumba de Sima Qian. Obviamente la tumba era lo de menos, pero al estar en una colina se respiraba cierto sosiego a pesar del calor. Regresamos exhaustos al hotel donde nos esperaba una cena al aire libre.”


































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