Wednesday, December 10, 2008

La hora de todos.


10 de diciembre de 2008
Pagar es, generalmente, esa ‘hora de todos’ que nos deja resecos y engurruñados. Pagar a Hacienda, pagar el gas, pagar el gasto eléctrico, los créditos, las clases de inglés y matemáticas de los críos, la fruta semanal, los diversos seguros, la carne y el pescado... pero esa ‘hora de todos’ es una tontería si la comparamos con la ‘hora de todos’ de verdad, la auténtica, la de desaparecer del mundo al ritmo de rap de la palabra ‘basta’. Y es que no le damos importancia a lo que la tiene, mientras ponemos en rijoso valor lo que no la tiene.
¿A ti, colega, te importaría morirte mañana? ¡Responde!... pues eso.
¿Por qué no pensamos cada día poniendo en la cesta de todo lo valorable nuestra propia desaparición? Actuaríamos de otra forma muy distinta en cada una de las decisiones que tomamos y el resultado común sería otro muy diferente al que ahora arrojamos.
Solo sabiendo que somos para no ser podríamos darle un giro del revés al mundo del hombre. Y es que no nos han enseñado nunca a pensar en descenso, desde lo importante –por definitivo e inexorable– hasta lo absolutamente accesorio.
Soy un hombre primario, lo sé... pero me encanta de ello el hermoso añadido de la contingencia [lo que puede suceder].
Que lo escribió Sarduy en su “Epitafio I”: “Yace aquí, sordo y severo / quien suelas tantas usó / y de cadera abusó / por delantero y postrero. / Parco adagio –y agorero– / para inscribir en su tumba / –la osamenta se derrumba, / oro de joyas deshechas-: / su nombre, y entre dos fechas, / ‘el muerto se fue de rumba’.”.

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