Wednesday, December 24, 2008

Otro adiós.


24 de diciembre de 2008
Es Nochebuena mientras me llega la noticia de que se nos fue el amigo Marcos de pronto, sin más. Era Marcos un tipo afable y cercano –también un joven irredento– con el que disertaba del mundo cada vez que tenía que echar gasolina y lo hacía en la gasolinera de Las Mestas, donde él trabajaba, en algún cruce sobre historias de golf o cuando me lo encontraba por Palomares [recuerdo como un flash ahora el magnífico trato que me dispensó cuando di el pregón de la fiesta de Palomares, hace ya unos años –él andaba liado en la asociación de vecinos–, y lo cercano que siempre se mostró conmigo desde aquellas palabras que tuve el honor de pronunciar en público]... y luego el contraste de nuestra Maitina recién dada de alta, con un costurón que acojona en el cuero cabelludo, pero con la risa franca otra vez y respirando con ganas el aire bejarano.
Es Nochebuena y, milagro de los milagros, he conseguido la renovación de una de mis pólizas de crédito [algo de oxígeno... poco], cosa que por estos días parece poco menos que imposible; eso sí, con un siete y pico de interés, un veinticuatro por excedidos [más treinta euros por cada situación de exceso], un uno por ciento de comisión de renovación y toda una sarta de cadenas cabronas firmadas y avaladas. Fuimos a firmar a notaría y respiré un poquito, aunque el panorama es absolutamente desolador.
Al llegar a la imprenta, tenía un fax de un cliente gordo con una felicitación navideña que mejor se la podría haber metido por donde amargan los pepinos. Primero se disculpaba por el impago de las últimas facturas que nos adeuda, luego –en términos de imposición– me comunicaba que a partir de ahora todos sus pagos los realizará a 180 días [seis jodidos meses], eso sí, indicando amablemente que si no acepto sus condiciones, dejará de trabajar conmigo, y rematando con ese mágico: “te deseo unas felices fiestas y un próspero 2009” –mi prosperidad, desde luego, no provendrá de su empresa.
Es Nochebuena y mi You tiene que trabajar en turno de noche [quizás porque es musulmán] y no puede venir a cenar en familia con nosotros, y va a ser el primer año que falta desde que llegó a Béjar, y que tengo penita [no hablo ya de mi hija].
Es Nochebuena y el campo ya no es todo orégano, porque me acuerdo del señor Simón, de Magdalena, de Amable, del compañero de Nuria, de Juanita... y también de Marcos y Julio César... pero me agarro a las sonrisas nítidas de todos mis hijos [Mª Ángeles, Felipe, Guillermo, Malick y Youssouph], al abrazo de mi gente de aquí, y al calor de todos los que, como Marina, Marisa, Mayca, Guadalupe, Bárbara, Manolo, Concha, Jesusote y Sol, Lorena, Cipriano, Sinda y Jesús, Morante, Belén, los antonios varios... me acompañan cada día escondidos en la jungla de esa mágica web que me abre al mundo mientras guardo mi encierro [mi afecto más sentido para todos].
Es Nochebuena y Miguel ha contratado a un grupo de música africana para que ofrezca un concierto en La Alquitara el día 24 de enero y, así obtener unos hermosos fondos para nuestro “SBQ solidario” [un tipo grande este Miguelón y otro tipo enorme su hermano Javi].
Es Nochebuena y a eso de las 13:00 horas salimos juntos todos los que formamos la empresa ‘AGH impresores’, como todos los años, a celebrar el día tomando unos vinitos en los bares de la Plaza Mayor... fueron tantos, que acabamos tumbadotes a eso de las 16:00 horas, con los ojitos brillantes y el andar cojitranco, riendo como tontos de misa. También, como siempre, coincidimos en cada uno de los bares con todo el personal de la empresa del colega José Luis R. Antúnez [el incombustible Carlitos, la explosiva Mercedes, la hija de Manolo –mi vecinilla–, un ingeniero venezolano que anda trabando el nuevo rumbo de la empresa en tierras latinoamericanas y el mismito J.L. –me faltó Guadalupe, con lo que yo quiero a esa tía y lo que me hubiese apetecido brindar con ella por el futuro–]... también nos cruzamos con Jacinto –el Guardia Civil más majete de este Barrio Sésamo bejarano–, con el inefable Andrino, con Ramón, con Ana y consorte, con Pedrito Cubino y su cuñadete [eché de menos la mirada de Ana], con la familia Bernardo, con el gran Mateín, con José Ramón y Pepito Hontiveros [me faltó Carlitos en esta tirada, que estaba de sepelio en Plasencia, pero brindé por él y los suyos]... y ahora ando hecho unos zorros, alegre y con ardor de estómago, somnoliento y con ganas de seguir, estrábico y medio alucinado.
Dejo este poema para todos, para los que se fueron y para los que están, para los que me sienten en cualquier esquinita de lugares cercanos y lejanos igual que yo los siento, para los que no he visto jamás y para los que veo cada día:

No sé ser sin vosotros...
ni estar,
ni conocerme.

Indago en vuestro impulso
e intento nubes nuevas,
perros, guantes,
carteras inocentes de muchachos,
árboles como cuerpos,
muebles, sombras...

y en ese torbellino insatisfecho
de hacerme chiquitito y solitario
os siento como poros
donde el humo
descansa de los ruidos accesorios.

Me parece que vivo
si os presiento...

sé que vivo
si en un azar os toco.

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