Saturday, December 20, 2008

Tu hija, viejo...


19 de diciembre de 2008
Fuiste a ver a tu hija, viejo, y te jodió un montón mirarla a los ojos, porque en el fondo eres un cobarde para los hijos. Supiste enseguida que está feliz e ilusionada, pero la camiseta pistacho que le sirve de uniforme “Imaginarium” se te clavó en la espalda como una daga retorcida y oxidada que te dejó una herida que habrá de sangrar durante largo tiempo. ¿Por qué no la recogiste y te la trajiste a casa?, ¿no era eso lo que te pedía el cuerpo entero?... pero no, la dejaste seguir en la cabrona lección de vida, atada a un trabajo esclavo y miserable, explotada por menos de quinientos euros al mes en ese centro comercial de mierda donde el oropel esconde la oscura necesidad de todos. No tienes cojones, viejo, para reconocer en voz alta que la juventud debe vivirse y beberse sin esos golpes bajos que hoy le llegan nítidos a tu hija... no tienes cojones para gritar ¡basta ya! y traerla a tu lado sin medir el absurdo futuro y esa tonta ambición de que termine siendo algo en la vida.
Es tu hija, viejo, una mujer entera y preciosa, con la alegría eterna en sus ojos de noche y la risa mejor que conoces en su boca de ángel... ¿por qué la expones a la mierda del hombre social?, ¿por qué buscas que aprenda lo que ya sabe a base de golpes duros y diarios?
Después de pasar la tarde juntos, se te hizo un nudo en la garganta al dejarla sola diciéndote adiós con la mano junto al semáforo de la Avenida de Champagnat, y por tu cabeza pasó el día entero con tus constantes ganas de gritar y el gesto torcido por no tener cojones para hacer lo que el cuerpo te venía pidiendo, por no haber sonreído ni siquiera un minuto para poner confianza en esa mujer sólida y magnífica que lleva tus genes y tus gestos, tu pasión y el ardor de esos dados que lanzaste un día, viejo. Eres un fracasado y te sientes miserable, viejo, porque un día dijiste en voz alta que habías tenido hijos para que fueran libres y todo se te va al traste sin que puedas hacer otra cosa que mirar escondido lo que te viene encima [lo que se les viene encima].
•••
Fue demasiado duro volver de Salamanca, todos en silencio bajo la noche fría, por esa carretera que está como yo, hecha unos zorros. Dejamos a Mª Ángeles en una Salamanca húmeda y fría, posada bajo la luz macilenta que lleva hasta su casa. Lo pasé mal durante todo el día y rematé con unos puñetazos en la puerta de mi estudio. Mi hija está llenita de valores [el que la conozca, podrá darme la razón entera] y se encuentra en un cruce de caminos extraño en el que debe tomar sus decisiones sola, y de esas decisiones crecerá un porvenir prometedor o complicado... y yo no sé qué decirle, ni cómo actuar, ni de qué forma echarle una mano.
Sí, sé que la vida es un asunto de soledad y que cada uno debe gestionar su suerte... pero ver cómo mi hija se aleja sin que yo tenga el control de sus pasos me pone enfermo y no puedo evitarlo.

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