26 de diciembre de 2008
Leyendo los últimos mensajes de Adu sobre literatura y creación, me planteo recapitular sobre mi opción creativa, especialmente a partir del comentario que dice:
“Tu prosa es muy lírica, llena de simbolismos y de más cosas que ¿no quieren ser sino sonar bien? (no estoy segura), yo a veces no te entiendo pero da lo mismo, eres diferente aquí que en tus novelas, aquí eres más como tu poesía, que a veces es algo barroca y a veces directa, yo prefiero esta última.
A mí no me gusta utilizar palabras poco coloquiales (no se me da bien, no estoy natural), necesito cuadrar todo y ahora -en los últimos meses, años, no sé bien- hasta dejarlo abierto, inconcluso, interpretable.”
Veamos... trabajo en los símbolos con voluntad de síntesis y busco que quien decida recibirme, consiga emocionarse, implicándole en lo que procede de mí para que lo haga suyo... y para ello debo saltar sobre la lógica o traspasarla, debo buscar la música y el ritmo... y sugerir siempre en vez de dar, estimulando con mi creación la creación ajena. Siempre busco [apenas lo consigo] huir de todo lo que aparezca discursivo para intentar adentrarme en ideas nítidas, puras... y a ello me motiva esa sensación hermosa que nace cuando percibo que mis textos son capaces de atraer al receptor sin que sepa explicarlo... ese “hay algo, pero no sé qué es, que me lleva por el poema y me deja tocado, y todo a pesar de que tengo la sensación clara de no haber entendido”... ahí es donde realmente me puedo sentir satisfecho porque he conseguido lo que pretendía, lo que siempre busco.
Sé que es tan complicado de explicar como de entender, y no soy yo un tipo acertado en definir con exactitud lo que busco y hacia dónde pretendo caminar, siempre me faltan palabras y también me sobran.
Sugestión, temblor, exaltación, pureza, indicio, atracción... he aquí los lugares de búsqueda... y por ellos, desde ellos y en ellos, encontrar una “estética” por la que dejarse llevar, en la que fluir.
Así entiendo mi posición en la poesía hoy, y también en la prosa poética... y casi también en la opción de vida en la que quiero vibrar y no me dejan [las circunstancias, claro].
Quien me busque en mis poemas para entenderme, jamás podrá conseguirlo... pero quien nade en ellos para entenderse a sí mismo, es muy probable que acabe entendiéndome mejor que yo me entiendo.
En fin, todo un jaleo.
•••
Y que vino mi Mª Ángeles como una de esas tormentitas de verano, y nos dejó a Geles y a mí esa lluvia salvífica que calma, y también a sus rebonitos hermanos, pero que encierra truenos que acojonan, y que nos sentimos muy bien todos juntos durante un ratito [mientras olvidamos que tenía que marcharse de nuevo, rapidito, urgente, a la jodida Helmántica], y que se nos saltaron las lagrimillas en un abrazo común e intensote, aunque yo me hago el durillo en presencia e intento quitar hierro, pero que a mi Geles le tiene el corazoncito rotete y se pone mimosa, y que eso nos une y nos reúne y nos hace piñita... y que vuelvo a estar jodido, y sé que sin demasiada razón si me comparo con el resto del mundo, porque nuestra hija está creciendo y volando al mismo tiempo, y vuelve al nido siempre con su sonrisa cierta y hermosísima y lo revoluciona todo, y nos enfada a todos, y nos hace abrazarnos y reír, y nos hace gastar los pañuelos de papel –con lo que han subido de precio–, y nos hace sentir que somos uno, un uno diverso y absolutamente maravilloso. Y que yo no sé qué hacer a veces, pero debe ser así esto de hacerse viejito despacio, despacio, despacio...
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