Saturday, December 13, 2008

Los 400 golpes.


Como todo lo que hago siempre se solapa con todo lo que voy a hacer, pues que ya hace una temporadita que venía yo gestando mi próximo asunto poético, que, como siempre, ya tiene título: “Los 400 golpes”. Mi forma de trabajar ya la he explicado en alguna ocasión [aunque en mi último trabajo no la he seguido en casi ninguno de sus puntos]: título del conjunto, título de los poemas, apuntes aforísticos y notas al azar de lo que venga, edificación de cada uno de los poemas y darle unidad al conjunto.
Bien, pues ya tengo algunos títulos para los poemas de mi próximo trabajo que extraigo de mi cuadernito de notas para que no se me olviden:

CANTO AL EXCESO

LA FUGA DE ANTOINE DOINEL

ANSIAS DE LIBERTAD

QUIERO VER EL MAR

LA MADRE FALSA

SOMBRA DE REJAS SOBRE LA CARA

JOVEN Y DESENCANTADO

MIRANDO PARÍS DESDE UN FURGÓN CELULAR

SE ESFUMA LA LIBERTAD ANTE MIS OJOS

EL TUMOR CEREBRAL DE TRUFFAUT

Esta vez quiero hacer algo directo, sin dobleces de lenguaje ni fórmulas adjetivadas de dificultad. Exactamente quiero conseguir poetizar con el habla de la gente común para intentar poemas tan prosaicos como el tiempo en que vivimos, poemas malos que sean a veces como un golpe al mentón y otras veces como un dolor de estómago.
Metido ya en tarea, veré lo que me crece poco a poco y os lo iré mostrando.



•••

Creo que estoy en esa decadencia nihilista de los que empiezan a dejarse llevar por las situaciones, abandonado de esa necesidad de poder que caracteriza al hombre vital y con los ojos abiertos mirando los falsos valores de los intereses creados por la sociedad de consumo... y lo hago con gesto estupefacto. Pero aún no soy un tipo derrumbado, porque gozo de la mirada plástica [la mirada práctica está expirando en mí], aunque sí me considero un vencido pequeñito.

Pude haber sido amado por los padres de la patria un día hecho de dogmas y canciones de María Jiménez, pero alcé la voz como un obrero rudo y buscaron taparme la boca con algodón dulce.
Pude haberme subido a los púlpitos católicos vestido de sotana y alzacuellos, pero era tan carnal y masculino que acabé en la redoma de la calle como un jodido ateo miserable.
Pude matar a manos llenas, porque viví un tiempo en el que eso no era importante, pero tenía cara de víctima y la sangre me producía mareos.
Pude hacer una revolución, pues apenas se precisa don de gentes para ello, pero preferí la sopa caliente y la carne bien hecha.
Pude escribir como una sensitiva garrapata y apresar los laureles de la filantropía a plazo fijo, pero suprimí de mi vocabulario el término “lamer” hace ya tiempo.
Pude drogarme hasta perder la vida, pero andaba caro el material y compré libros.
Pude quedarme virgen una noche de agosto, pero me busqué lo lascivo en una casa derruida.
Pude levantar la voz mientras mentían, pero me hice silencio, como todos.

Ahora, ya sin tiempo posible, digo en alto y en público cada veinte minutos “¡hijos de la gran puta!”.

Todo el mundo sonríe.

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