Friday, December 5, 2008

El tac-tac de un latido.


La cobra anda estos días midiendo las distancias mientras almacena su incolora ponzoña… y yo conteniéndome como un dátil que emerge, buscando en la pulsera de los brazos el tac-tac de un latido.
La vida es una historia de amuletos y gatos negros con sus pupilas dilatadas, de minutos roídos sin conocer la gravedad de su paso, de cambios de piel imperceptibles cuando no hay piedra pómez con la que desprenderla… hoy me comería una trufa blanca sobre una mujer dejada de sí y luego me tiraría a la lluvia como los caimanes para empaparme hasta la palabra ‘botella’ o hasta el verbo ‘soñar’… o me haría una pieza de Sèvres para que me rompieras con tus manos.
No poder escribir, como estos días pasados, supone para mí un duro revés que pago con insomnio contando los tañidos de las campanas de San Juan.
Un día de estos voy a cumplir cincuenta y uno, y estoy como colgado de una imagen, de una ropa interior, de una voz… y me siento Crusoe cuando no soy Merlín.
Me tenderé a esperar los años que resten.
•••
Apenas tengo tiempo para escribir, y lo sufro con un alto estado de nervios, pues el trabajo es duro durante estos días prenavideños y mi madre anda trabada con cosillas de hospital, lo que me tiene distraído de contar, aunque no de sentir.

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