Thursday, December 25, 2008

Navidad.


25 de diciembre de 2008
Los fastos nochebueneros me dejaron bluf y me pasé la cena en familia como un doliente hasta que a eso de las cinco de la madrugada mi cuerpo dijo basta y me vacié en un vómito violento y curativo. Luego dormí como un niño hasta las diez de la mañanita de Navidad... y como un enfermo busqué un poema de Girondo que había leído hace tres semanas y que hoy me venía al pelo. Lo encontré:

ESCRÚPULO

Me parece que vivo,
que estoy entre los ruidos,
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
solo sean recuerdos
de una vida pasada.

He dicho «me parece».
Yo no aseguro nada.

Y dibujé en mi cuadernito una silla rarísima, no sé por qué, pues he dedicado el cuadernito a dibujar olores en forma de mujer sobre un enredo extraño de grafismos.
Y me quedé quietito en mi sillón, pensando en esas dos facetas que me oxigenan y que siempre he intentado unir con intentos creativos: el cine y la poesía.
Todo arte debe alcanzar desde la vigilia un estado de ensoñación en el que la lógica y el sentimiento sean las variables con las que jugar, incluso saliéndose de ellas... y así pelear en la búsqueda de conseguir emocionar al otro desde la propia emoción [que debe ser pasión en el creador], de tal forma que quien recibe el objeto de arte no sea un individuo pasivo [circunstancia que aúna sin dudarlo a los verdaderos receptores del cine y la poesía]. El poeta y el cineasta tramitan silencios, miradas, pausas, imágenes, sentimientos que exceden a la palabra descriptiva o a la imagen patente... y en ellos hay siempre un juego delicioso con la ambigüedad que los hace realmente especiales y distinguidos por la magia de cómo puede multiplicarse en los demás lo ya creado. Ambos creadores son capaces de quitarle las bridas a la imaginación de, por ejemplo, el novelista, y dejarla correr a su entera libertad, aunando en la materia prima [la imagen o la palabra] valores tangibles de todos los sentidos [tacto, olor, sabor, vista...] y haciéndolos funcionar sin la necesidad del objeto que se enfrenta a ellos para estimularlos.
De ahí mi empeño por conseguir poemas cinematográficos que sean capaces de hacer una cartografía de la humedad, del aroma, del temblor [lo contrario, hacer filmes poéticos, no llega hasta mi capacidad por falta de conocimientos técnicos, aunque a veces lo he intentado con mis escasos medios y mis pobres potencias –algún experimento con cámara web he mostrado ya en estas páginas]...
El caso es que tengo la mañanita espesa y apenas acierto a expresar con luz todo lo que se balancea en mi cabeza [me pasa con harta frecuencia], y que sigo insistiendo en mi idea borrosa de ‘hacer’ sin saber hacia dónde me llevarán estos pasos vacilantes fruto de mi inconsistente empeño creativo.
A ver si se pasan las navidades sin más vómitos.
•••
Y comimos todos juntos por fin, celebrando que para las próximas fiestas seremos uno más gracias a Mercedes y Miguel Ángel, y a mi Guille se le puso la vena fotográfica entre las gafitas y el entrecejo, y nos dejó un montón de imágenes de recuerdo [el tío maneja con sus 9 años cualquier tecnología, y encima disfruta haciéndolo... él es el que me hace los mejores retratos].










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